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pro-scrito

Versos clásicos

El incendio de un sueño

La vieja Biblioteca Pública de Los Ángeles
ha sido destruida por las llamas.
aquella biblioteca del centro.
con ella se fue
gran parte de mi
juventud.

estaba sentado en uno de aquellos bancos
de piedra cuando mi amigo
Baldy me
preguntó:
"¿vas a alistarte en
la brigada
Abraham Lincoln?"

"claro", contesté
yo.

pero, al darme cuenta de que yo no era
un idealista político
ni un intelectual
renegué de aquella
decisión
más tarde.

yo era un lector
entonces
que iba de una sala a
otra: literatura, filosofía,
religión, incluso medicina
y geología.

muy pronto
decidí ser escritor,
pensaba que sería la salida
más fácil
y los grandes novelistas no me parecían
demasiado difíciles.
tenía más problemas con
Hegel y con Kant.

lo que me fastidiaba
de todos ellos
es que
les llevara tanto
lograr decir algo
lúcido y/
o
interesante.
yo creía
que en eso
los sobrepasaba a todos
entonces.

descubrí dos
cosas:
a) que la mayoría de los editores creía que
todo lo que era aburrido
era profundo.
b) que yo pasaría décadas enteras
viviendo y escribiendo
antes de poder
plasmar
una frase que
se aproximara un poco
a lo que quería
decir.

entretanto
mientras otros iban a la caza de
damas,
yo iba a la caza de viejos
libros,
era un bibliófilo, aunque
desencantado,
y eso
y el mundo
configuraron mi carácter.

vivía en una cabaña de contrachapado
detrás de una pensión de 3 dólares y medio
a la semana
sintiéndome un
Chatterton
metido dentro de una especie de
Thomas
Wolfe.

mi principal problema eran
los sellos, los sobres, el papel
y
el vino,
mientras el mundo estaba al borde
de la Segunda Guerra Mundial.
todavía no me había
atrapado
lo femenino, era virgen
y escribía entre 3 y
5 relatos por semana
y todos
me los devolvían, rechazados por
el New Yorker, el Harper's,
el Atlantic Monthly.
había leído que
Ford Madox Ford solía empapelar
el cuarto de baño
con las notas que recibía rechazando sus obras
pero yo no tenía
cuarto de baño, así que las amontonaba
en un cajón
y cuando estaba tan lleno
que apenas podía
abrirlo
sacaba todas las notas de rechazo
y las tiraba
junto con los
relatos.

La vieja Biblioteca Pública de Los Ángeles
seguía siendo
mi hogar
y el hogar de muchos otros
vagabundos.
discretamente utilizábamos los
aseos
y a los únicos que
echaban de allí
era a los que
se quedaban dormidos en las
mesas
de la biblioteca; nadie ronca como un
vagabundo
a menos que sea alguien con quien estás
casado.

bueno, yo no era realmente un
vagabundo. yo tenía tarjeta de la biblioteca
y sacaba y devolvía
libros,
montones de libros,
siempre hasta el
límite
de lo permitido:
Aldous Huxley, D.H. Lawrence,
e.e. cummings, Conrad Aiken, Fiódor
Dos, Dos Passos, Turguénev, Gorki,
H.D. Freddie Nietzche,
Shopenhauer,
Steinbeck,
Hemingway,
etc.

siempre esperaba que la bibliotecaria
me dijera: "que buen gusto tiene usted,
joven."
pero la vieja
puta
ni siquiera sabía
quién era ella,
cómo iba a saber
quién era yo.

pero aquellos estantes contenían
un enorme tesoro: me permitieron
descubrir
a los poetas chinos antiguos
como Tu Fu y Li
Po
que son capaces de decir en un
verso más que la mayoría en
treinta o
incluso en ciento.
Sherwood Anderson debe de haberlos
leído
también.

también solía sacar y devolver
los Cantos
y Ezra me ayudó
a fortalecer los brazos si no
el cerebro.

maravilloso lugar
la Biblioteca Pública de Los Ángeles
fue un hogar para alguien que había tenido
un
hogar
infernal


ARROYOS DEMASIADO ANCHOS PARA SALTARLOS
LEJOS DEL MUNDANAL RUIDO
CONTRAPUNTO
EL CORAZÓN ES UN CAZADOR SOLITARIO

James Thurber
John Fante
Rabelais
De Maupassant

algunos no me
decían nada: Shakespeare, G.B. Shaw,
Tolstói, Robert Frost, F. Scott
Fitzgerald

Upton Sinclair me llegaba
más
que Sinclair Lewis
y consideraba a Gogol y a
Dreiser tontos
de remate

pero tales juicios provenían mas
del modo en que un hombre
se ve obligado a vivir que de
su razón.

La vieja Biblioteca Pública de Los Ángeles
muy probablemente evitó
que me convirtiera en un
suicida,
un ladrón
de bancos,
un tipo
que pega a su mujer,
un carnicero o
un motorista de la policía
y, aunque reconozco que
puede que alguno sea estupendo,
gracias
a mi buena suerte
y al camino que tenía que recorrer,
aquella biblioteca estaba
allí cuando yo era
joven y buscaba
algo
a lo que aferrarme
y no parecía que hubiera
mucho.

y cuando abrí el
periódico
y leí la noticia sobre el incendio
que había destruido la
biblioteca y la mayor parte de
lo que en ella había

le dije a mi
mujer: "yo solía pasar
horas y horas
allí..."

EL OFICIAL PRUSIANO

EL ATREVIDO MUCHACHO DEL TRAPECIO

TENER Y NO TENER

NO PUEDES RETORNAR A TU HOGAR.

 

Charles Bukowski

 



Todo asusta

Asusta que la flor se pase pronto.
Asusta querer mucho y que te quieran.
Asusta ver a un niño cara de hombre,
asusta que la noche…
que se tiemble por nada,
que se ría por nada asusta mucho.

Asusta que la paz, por los jardines,
asome sus orejas de colores,
asusta porque es mayo y es buen tiempo,
asusta por si pasas sobre todo,
asusta lo completo, lo posible,
la demasiada luz, la cobardía,
la gente que se casa, la tormenta,
los aires que se forman y la lluvia.

Los ruidos que en la noche nadie hace
-la silla vacía siempre cruje-,
asusta la maldad y la alegría,
el dolor, la serpiente, el mar, el libro,
asusta ser feliz, asusta el fuego,
sobrecoge la paz, se teme algo,
asusta todo trigo, todo pobre,
lo mejor no sentarse en una silla.
 

Poemas del suburbio, Gloria Fuertes

Lesbia la más hermosa de las mujeres

Muchos encuentran a Quintia hermosa;

para mí es blanca, alta y espigada.

Admito que posee cada uno de estos atractivos,

pero no todo eso sea ser hermosa, lo niego;

pues no hay ningún encanto, ninguna pizca de gracia en un cuerpo tan grande.

Lesbia sí que es hermosa, pues no solamente es la más hermosa en todo,

sino también es la única que robó todos los encantos de Venus.

Cayo Valerio Catulo

Letrilla de la Virgen María esperando la Navidad

Cuando venga, ay, yo no sé
con qué le envolveré yo,
con qué.

Ay, dímelo tú, la luna,
cuando en tus brazos de hechizo
tomas al roble macizo
y le acunas en tu cuna.
Dímelo, que no lo sé,
con qué le tocaré yo,
con qué.

Ay, dímelo tú, la brisa
que con tus besos tan leves
la hoja más alta remueves,
peinas la pluma más lisa.
Dímelo y no lo diré
con qué le besaré yo,
con qué.

Y ahora que me acordaba,
Ángel del Señor, de ti,
dímelo, pues recibí
tu mensaje: “he aquí la esclava”.
Sí, dímelo, por tu fe,
con qué le abrazaré yo,
con qué.

O dímelo tú, si no,
si es que lo sabes, José,
y yo te obedeceré,
que soy una niña yo,
con qué manos le tendré
que no se me rompa, no,
con qué. 
 

Gerardo Diego

Burrito sabanero

Con mi burrito sabanero
voy camino de Belén
Con mi burrito sabanero
voy camino de Belén
si me ven si me ven
voy camino de Belén
si me ven si me ven
voy camino de Belén

El lucerito mañanero
ilumina mi sendero
El lucerito mañanero
ilumina mi sendero
si me ven si me ven
voy camino de Belén
si me ven si me ven
voy camino de Belén

Con mi  cuatrico voy cantando
mi burrito va trotando
con mi  cuatrico voy cantando
mi burrito va trotando
si me ven si me ven
voy camino de Belén
si me ven si me ven
voy camino de Belén

Tuqui Tuqui Tuquituqui
Tuquituqui Tu qui Tu
Apúrate mi burrito
que ya vamos a llegar
Tuqui Tuqui Tuquituqui
Tuquituqui Tu qui Tu
apúrate mi burrito
vamos a ver a Jesús

Villancico

De cómo Nuestra Señora y San José fueron de Nazaret a Belén, y cómo llegaron al portalejo donde la Virgen parió a su hijo

Iba María, la muy delicada,
a pie, con sus grávidas santas entrañas,
subiendo las ásperas, altas montañas,
por no fatigar la asnilla cansada.
Contempla, cristiano, la Reina preñada,
cuan iba propicia del parto del Rey;
y el viejo tras ella con un flaco buey
para el tributo y dispensa gastada.

Llegaron los pobres a la ciudad:
buscaban por ella mesón y posada;
fueles de todos ella denegada
considerando su gran pobredad.
Andaba la Virgen con gran humildad
por calles y plazas, asaz vergonzosa,
sus ojos en tierra, la más que graciosa,
muy más honesta que la honestidad.

¡Oh, Madre preciosa de Dios verdadero!
Tú eres del mundo la propia Señora.
¿Y cómo te falta mesón a tal hora
viéndote pobre con el carpintero?
¡Oh, si yo fuera en Belén mesonero!
Cierto, Señora, por buena manera
a todos echara, a ti recibiera,
sin que pagaras un solo dinero.

¿Y cómo no visteis, oh, ciegos pintores,
la gran hermosura de esta doncella?
Pudiérades cierto, sacar por aquella,
alguna figura de grandes primores.
¡Oh, hembras preñadas y nobles señores!
¿Cuál ya crudeza os pudo tener,
viendo preñada tan tierna mujer
y no recibirla con muchos honores?

Andando confusos buscando el hostal,
allegan a un pobre civil portalejo:
la Virgen reposa y el viejo
ata la asnilla y el buen animal.
Este que digo, muy pobre portal,
era el establo de muchos ganados
y a las de veces de muchos cuidados
cuando no hallan algún hospital.

Estaba la Virgen asaz encogida
en tierra, sin otro colchón acostada;
la lumbre de flaca toda acostada;
la lumbre de flaca toda apagada,
y más la cabaña muy oscurecida.
Vino la hora que fuese parida
la Reina del cielo en aquellos estrados
el suelo pajizo por seda bordados:
¡mira qué pompa tan esclarecida!

Juan de Padilla

 

Celos

Al saber la verdad de tu perjurio,
loco de celos, penetré en tu cuarto.

Dormías inocente como un ángel,
con los rubios cabellos destrenzados,
enlazadas las manos sobre el pecho
y entreabiertos los labios.

Me aproximé a tu lecho, y de repente
oprimí tu garganta entre mis manos.
Despertaste. Miráronme tus ojos.
Y quedé deslumbrado,
igual que un ciego que de pronto viese
brillar del sol los luminosos rayos!

Y en vez de estrangularte, con mis besos
volví a cerrar el oro de tus párpados.

Francisco Villaespesa

Abismos

Dios puso en los abismos del espacio
esos vapores tenues,
que, en nube convertidos, se coloran
con tinta suave cuando el alba viene.

La nube engendra el rayo
que esparce por doquier estrago y muerte:
culpan a Dios, que derramo en la altura
del huracán el germen.

Dios puso en le cerebro esas ideas
que poderosas crecen
y, comprimidas sin piedad, estallan
soberbias, indomables y rebeldes.

La rebelión engendra
brisas de fuego y ráfagas de muerte:
culpan a Dios que puso en el cerebro
del huracán el germen.

Luis Muñoz Rivera

El llanto es nuestro

Españoles:
el llanto es nuestro
y la tragedia también,
como el agua y el trueno de las nubes.
Se ha muerto un pueblo
pero no se ha muerto el hombre.
Porque aún existe el llanto,
el hombre está aquí en pie,
en pie con su congoja al hombro,
con su congoja antigua, original y eterna,
con su tesoro infinito
para comprar el misterio del mundo,
el silencio de los dioses
y el reino de la luz.
Toda la luz de la tierra
la verá un día el hombre
por la ventana de una lágrima...
Españoles,
españoles del éxodo y del llanto:
levantad la cabeza
y no me miréis con ceño
porque yo no soy el que canta la destrucción
sino la esperanza.

 

León Felipe

Poema

Quien dice que la ausencia causa olvido
merece ser de todos olvidado.
El verdadero y firme enamorado
está, cuando está ausente, más perdido.

Aviva la memoria su sentido;
la soledad levanta su cuidado;
hallarse de su bien tan apartado
hace su desear más encendido.

No sanan las heridas en él dadas,
aunque cese el mirar que las causó,
si quedan en el alma confirmadas.

Que si uno está con muchas cuchilladas,
porque huya de quien lo acuchilló,
no por eso serán mejor curadas.

Juan Boscán

El vampiro

Tú que, como una cuchillada;
entraste en mi dolorido corazón.
Tú que, como un repugnante tropel
de demonios, viniste loca y adornada,

para hacer de mi espíritu humillado
tu lecho y tu dominio.
¡Infame!, a quien estoy ligado
como el forzado a su cadena,

como al juego el jugador empedernido,
como el borracho a la botella,
como a la carroña los gusanos.
-¡Maldita, maldita seas tú!

Supliqué a la rápida espada
que conquistara mi libertad
y supliqué al pérfido veneno
que sacudiera mi ruindad.

¡Ay! el veneno y la espada.
me desdeñaron diciéndome:.
-No eres digno de que se te libere
de tu esclavitud maldita.

-¡Imbécil! -Si de su dominio
te libraron nuestros esfuerzos,
tus besos resucitarían
el cadáver de tu vampiro.

Charles Baudelaire

Lenore

Amaneció Lenore al par del alba carmesí,
surgiendo de temibles visiones,
"¿Eres infiel, William, o estás muerto?
Hace tanto que te fuiste."
Porque él, con los guerreros de Federico,
a la lejana Praga fue a luchar;
nunca escribió, en el fragor del combate,
y triste estaba el corazón sincero que lo añoraba.

La emperatriz y el rey,
cansados de una lucha sin cuartel,
al fin terminaron con el odio pertinaz,
que inspiraba la rivalidad:
y la multitud marcial, con risas y canciones,
hablaba de su hogar mientras marchaba,
y ¡clanc, clanc, clanc! venían los rangos,
al sonido de las trompetas que crecía.

Y aquí y allá y en todas partes,
a lo largo del camino lleno de gente,
venían viejos y jóvenes, con música alegre,
a unirse a las bandas;
y los niños saltaban y gritaban para espiar a la multitud,
y temblando y estremecida la novia empujaba:
Pero ¡oh! para los labios suaves de Lenore
se habían terminado los besos y agradecimientos.

Corría rápidamente mirando hombre por hombre
con ojos anhelantes;
pero se sentía sola en la multitud poderosa,
como si la presionara y aplastara,
Mientras pasaba de la tropa -un grupo agradable-
orgullosas las plumas oleaban y caían,
Ella se arrancaba los pelos y daba vueltas,
y como loca se tiraba contra el piso.

Su madre la acariciaba con dulzura,
con suaves palabras de aliento:
"Hija mía, que Dios te contemple
y te tranquilice, niña mía".
"¡Oh, madre, madre! ¡Lo que se fue, se fue!
No comprendo cómo el mundo sigue rodando:
¿Qué piedad tiene Dios conmigo?
¡Pena, pena y aflicción, para mi pesado corazón!”

"¡Ayuda, Cielos, ayúdenla!
¡Niña, reza un Ave María!
Grandes y sabios son los actos de Dios;
Él te ama y se compadece de ti."
"¡Fuera, madre, fuera con esas mentiras!
¿Acaso Él ve mi desesperación, o escucha mi llanto?
¿Qué importa ahora esperar o rezar?
La noche ha llegado, ya acabó el día.

"¡Ayuda, Cielos, ayuda! Quien conoce al Padre
sabe por cierto que ama a su niña:
El pan y el vino de su mano divina
suavizarán su ira temperamental".
"¡Oh, madre, querida madre! el vino y el pan
no aliviarán la angustia que tortura mi mente;
porque será tarde para el pan y el vino
para este frío cadáver que aúlla desde la tumba".

"¿Qué pasaría si la falsa fe del traidor falló,
acuciada por dulces tentaciones?
¿Qué pasaría si en la lejana Hungría
el tomó otra novia?
Rechaza al frágil tonto, mujer,
que acepta piedras y rechaza las perlas:
mientras que el alma y el cuerpo estén juntos
en su corazón traicionero siempre habrá tormentas".

"¡Oh madre, oh madre! ¡Lo ido, ido está,
y perdido quedará!
La muerte, la muerte es el destino de mi alma,
aplastada, quebrada y desolada.
¡La chispa de mi vida! ¡Abajo, abajo a la tumba:
muere sola en la noche, muere lejos en la oscuridad!
¿Qué piedad tiene Dios de mí?
¡Lamentos, ay, por mi pesado corazón!"

"Ayuda, Cielos, ayuda, y no la abandonen
porque sus penas son muy agudas,
no sabe lo que dice,
¡Oh, no consideren pecado sus palabras!
Abandona, hija mía, tu desdicha,
y piensa en las felicidades prometidas,
para que tenga paz tu mente
y sé una esperanza y hogar y novia para él".

"¿Madre mía, qué es la felicidad?
¿Madre mía, qué es el infierno?
¡Mi felicidad es estar con Guillermo,
Sin él, es mi infierno!
Muero sola en la noche, lejos en la oscuridad!
Tierra y Cielo, Cielo y tierra,
nada peor que estar sin Guillermo".

Esta pena quebraba el pecho de Lenore,
y apesadumbraba su cerebro;
Así surgía su lamento al Poder en lo alto,
para cuestionar y quejarse:
Sacudiendo sus manos y golpeando su seno,
Gritando y aullando sin descanso,
hasta que su suave velo la luna desplegó,
y las estrellas brillaron en el azul oscuro.

¡Pero se escuchan unos ruidos y el trote
de un pesado caballo!
¡Cómo retumba el acero mientras surge el jinete!
¡Cómo grita el eco!
Mientras silenciosa y claramente la campana gentil
repiquetea y tintinea dulcemente;
y claro y muy bajo a través del tablón de la puerta
llega una voz a los oídos:

"¡Hola, hola! Destraben la puerta;
¿Estás despierta, novia mía, o dormida?
¿Tu corazón aún está libre y fiel al mío?
¿Estás riendo, novia mía, o llorando?"
"¡Oh, cansada estoy, Guillermo, he esperado por ti,
Lamentándome mientras aguardaba todo el día,
llorando con una gran pena,
por la crueldad de tu demora".

"Hasta la mortal medianoche no descansamos,
he viajado rápido desde muy lejos,
y aquí estoy de vuelta con ellos
ahora ya pasó la oscuridad".
"Ah! Descansa con ellos hasta que la noche esté tranquila,
suave debes ser, y blando, y cálido:
Escucha al viento, cómo susurra y golpea
a través de las zarzas espinosas".

"A través de las zarzas de espinos déjalos suspirar,
Déjalos suspirar, niña, déjalos.
Calma la fiereza del ojo brillante de mi cabalgadura,
y su orgulloso y salvaje penacho.
Arriba, arriba y lejos. No pararé,
Carguen rápido detrás mío, arriba, arriba y lejos!
Cientos de millas serán cabalgadas
hasta que pueda reposar en la cama nupcial".

"¡Qué! cabalgar cien millas esta noche,
llevado por esas locas fantasías!
¿No escuchas la campana con su lamento,
mientras tocan las once?"
"Mira, mira. Mira, la luna brilla:
Nosotros y los muertos cabalgamos rápido en la noche.
Es por una apuesta que te llevaré
al recinto nupcial cada vez que nazca el día".

"¡Oh! ¿Dónde está el cuarto, querido Guillermo,
y dónde la cama, Guillermo?
"Lejos, lejos de aquí: quieto, estrecho y frío:
tablón y fondo y tapa".
"¿Hay lugar para mí?" - "¡Para mí y para ti,
Sube, sube a la montura rápidamente!
Los invitados a la boda están listos,
y la puerta de la cámara está abierta".

Aquí a la derecha y allá a la izquierda,
pasaban los sembrados de maíz y tréboles,
y los puentes apenas vistos por los ojos asombrados,
mientras los sobrevolaban traqueteando.
"¿Qué pretende mi amado? La luna brilla,
Los muertos viajan rápido a través de la noche.
¿Acaso mi amado teme a los tranquilos muertos?"
"¡Oh, no, déjalos dormir en su lecho polvoriento!"

En la fresca y suave brisa que flotaba alrededor
mientras los cuervos volaban sobre sus cabezas,
¡Din don! ¡Din don! Es el sonido, es la canción,
"Lugar, hagan lugar para los muertos que pasan!"
Lentamente el tren funerario se acerca,
llevando el ataúd, llevando el féretro;
y el lamento de su canto era crudo y sibilante,
como el croar de las ranas en las marismas.

"Desenterraste tu cadáver en la medianoche oscura,
con himnos y tañidos y gemidos,
Pero yo te devuelvo al hogar, mi joven esposa,
para una fiesta nupcial más hermosa.
Ven, corista, ven con tu gentío coral,
y canten solemnemente una canción de bodas,
Ven, hermano, ven - deja escapar la bendición
que no se interrumpa el descanso del novio y la novia".

¡Pasan a la derecha, pasan a la izquierda,
los árboles y montañas en la carrera!
¡A la izquierda, y a la derecha y la izquierda,
vuelan sobre el pueblo y el mercado!
"¿Qué pretende mi amado? La luna brilla,
Los muertos viajan rápido a través de la noche.
¿Acaso mi amado teme a los tranquilos muertos?"
"¡Oh! déjalos solos en su lecho polvoriento!"

¡Mira, mira, mira! en el árbol del patíbulo, mientras bailan rodando alocadamente, arriba y abajo, al resplandor lunar, un grupo volátil, semiperdidos: "¡Jo, jo! loca multitud, vengan aquí, y únanse al comienzo de mi veloz carrera; Vengan, báilenme una danza, oh bailarines, mientras nos encerramos en los tablones del lecho nupcial".

¡Cómo corre la luna allá en lo alto,
en la salvaje carrera alocada!
¡Afuera y adentro, moviéndose como las estrellas
y giran sobre el cielo resplandeciente!
"¿Qué pretende mi amado? La luna brilla,
Rápidamente los muertos cabalgan a través de la noche.
¿Acaso mi amado teme a los tranquilos muertos?"
"¡Ay! Déjalos solos en su lecho polvoriento!"

"¡Corcel, corcel! apura la marcha,
que la arena del tiempo está bien gastada;
¡Corcel, corcel, rápido! comienza el día,
El aroma matutino se siente.
Termina nuestra cabalgata, termina:
¡Hagan lugar, espacio para el novio y la novia!
¡Finalmente, al fin hemos llegado al sitio,
porque la velocidad del muerto no ha aminorado!

Y rápidamente hacia una puerta de hierro,
llegaron con las riendas sueltas;
Al toque del jinete los cerrojos cedieron,
y las trabas se quebraron y cayeron;
las puertas se abrieron ante el toque de difuntos,
y sobre las blancas tumbas se lanzaron sin orden ni concierto:
las tumbas parecían arbustos sombríos,
mientras brillaban por la débil luz de la luna.

¡Pero mira, mira! en un parpadear,
una maravilla fantasmal,
la chaqueta del jinete, pedazo a pedazo,
se cae como ceniza brillante,
Sin sangre y sin pelo, una calavera desnuda,
la visión de esa macabra cabeza fue horrible,
ya no estaba allí la máscara de la vida,
y el esqueleto llevaba un reloj de arena y una guadaña.

Fuerte relinchó el caballo mientras se hundía,
y las chispas caían desparramadas:
¿Qué hombre podría decir si hubiera huido,
o se hubiera desmayado en terreno abierto?
¡Lamentos desde la tierra y aullidos en el aire!
¡Gritos y gemidos por todas partes!
Semimuerta, medio viva, el alma de Lenore
luchó como nunca antes había luchado.

La tropa del cementerio -un grupo fantasmagórico-
rodeó a la mujer agonizante;
Adentro y afuera en sus volteretas
a través del giro de los danzarines:
"Paciencia, paciencia, cuando el corazón se está quebrando;
A tu Dios no se le hacen preguntas:
¡Fuera de tu cuerpo y liberada:
El Cielo conservará tu alma eternamente!"

Gottfried August Bürger

Muerte en fuga

Leche negra de la madrugada la bebemos de tarde
la bebemos al mediodía de mañana la bebemos
de noche la bebemos y bebemos
abrimos una tumba en el aire -ahí no se yace
incómodo-
Un hombre habita la casa él juega con las serpientes
él escribe él escribe mientras oscurece a Alemania
tu pelo dorado Margarita
lo escribe y sale de la casa y fulguran las estrellas silba
a sus judíos hace abrir una tumba en la tierra
nos manda "tocad ya para el baile".

Leche negra de la madrugada te bebemos de noche
te bebemos de mañana y al mediodía te bebemos
de tarde bebemos y bebemos.
Un hombre habita la casa y juega con las serpientes él escribe
él escribe mientras oscurece a Alemania
tu pelo dorado Margarita
tu pelo ceniciento Sulamita abrimos una tumba en el aire
-ahí no se yace incómodo- Grita
cavad más hondo en la tierra los unos y los otros cantad y tocad
empuña el arma en la cintura la blande tiene ojos
azules cavad más hondo con palas los unos y los otros seguid
tocando para el baile.

Leche negra de la madrugada te bebemos de noche
te bebemos al mediodía y de mañana te bebemos
de tarde bebemos y bebemos
Un hombre habita la casa tu pelo dorado Margarita
tu pelo ceniciento Sulamita juega con las serpientes. Grita
tocad mejor la muerte la muerte es un maestro de Alemania. Grita
tocad más sombríos los violines entonces subís al aire en humo
entonces tenéis una tumba en las nubes
-ahí no se yace incómodo-.

Leche negra de la madrugada te bebemos de noche
te bebemos al mediodía la muerte es un maestro de Alemania
te bebemos de tarde y de mañana te bebemos
y bebemos la muerte es un maestro de Alemania
tiene un ojo azul te acierta con bala de plomo
te acierta justo
un hombre habita la casa tu pelo dorado Margarita
azuza a sus perros contra nosotros nos da
una tumba en el aire
juega con las serpientes y suela con la muerte
es un maestro de Alemania
tu pelo dorado Margarita
tu pelo ceniciento Sulamita.

Paul Celan

Medianoche

Se ha callado la idea turbadora
y me siento en el sí de tu abrazo,
convertida en un sordo murmullo
que se interna en mi alma cantando.

 

Es la noche una cinta de estrellas
que una a una a mi lecho han rodado;
y es mi vida algo así como un soplo
ensartado de impulsos paganos.

 

Mis pequeñas palomas se salen
de su nido de anhelos extraños
y caminan su forma tangible
hacia el cielo ideal de tus manos.

 

Un temblor indeciso de trópico
nos penetra la alcoba. ¡Entretanto,
se han besado tu vida y mi vida...
y las almas se van acercando!

 

¡Cómo siento que estoy en tu carne
cual espiga a la sombra del astro!
¡Cómo siento que llego a tu alma
y que allá tú me estás esperando!

 

Se han unido, mi amor, se han unido
nuestras risas más blancas que el blanco,
y ¡oh, milagro! en la luz de una lágrima
se han besado tu llanto y mi llanto...

 

¡Cómo muero las últimas millas
que me ataban al tren del pasado!
¡Qué frescura me mueve a quedarme
en el alba que tú me has brindado!

 

Julia de Burgos

 

Marcha triunfal

¡Ya viene el cortejo!
¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines,
la espada se anuncia con vivo reflejo;
ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines.

Ya pasa debajo los arcos ornados de blancas Minervas y Martes,
los arcos triunfales en donde las Famas erigen sus largas trompetas
la gloria solemne de los estandartes,
llevados por manos robustas de heroicos atletas.
Se escucha el ruido que forman las armas de los caballeros,
los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra,
los cascos que hieren la tierra
y los timbaleros,
que el paso acompasan con ritmos marciales.
¡Tal pasan los fieros guerreros
debajo los arcos triunfales!

Los claros clarines de pronto levantan sus sones,
su canto sonoro,
su cálido coro,
que envuelve en su trueno de oro
la augusta soberbia de los pabellones.
Él dice la lucha, la herida venganza,
las ásperas crines,
los rudos penachos, la pica, la lanza,
la sangre que riega de heroicos carmines
la tierra;
de negros mastines
que azuza la muerte, que rige la guerra.

Los áureos sonidos
anuncian el advenimiento
triunfal de la Gloria;
dejando el picacho que guarda sus nidos,
tendiendo sus alas enormes al viento,
los cóndores llegan. ¡Llegó la victoria!

Ya pasa el cortejo.
Señala el abuelo los héroes al niño.
Ved cómo la barba del viejo
los bucles de oro circunda de armiño.
Las bellas mujeres aprestan coronas de flores,
y bajo los pórticos vense sus rostros de rosa;
y la más hermosa
sonríe al más fiero de los vencedores.
¡Honor al que trae cautiva la extraña bandera
honor al herido y honor a los fieles
soldados que muerte encontraron por mano extranjera!

¡Clarines! ¡Laureles!

Los nobles espadas de tiempos gloriosos,
desde sus panoplias saludan las nuevas coronas y lauros
—las viejas espadas de los granaderos, más fuertes que osos,
hermanos de aquellos lanceros que fueron centauros—.
Las trompas guerreras resuenan:
de voces los aires se llenan...

—A aquellas antiguas espadas,
a aquellos ilustres aceros,
que encaman las glorias pasadas...
Y al sol que hoy alumbra las nuevas victorias ganadas,
y al héroe que guía su grupo de jóvenes fieros,
al que ama la insignia del suelo materno,
al que ha desafiado, ceñido el acero y el arma en la mano,
los soles del rojo verano,
las nieves y vientos del gélido invierno,
la noche, la escarcha
y el odio y la muerte, por ser por la patria inmortal,
¡saludan con voces de bronce las trompas de guerra que tocan la marcha triunfal!...

 

Rubén Darío

Invitación al vómito

Cúbrete el rostro
y llora.
Vomita.
¡Si!
Vomita,
largos trozos de vidrio,
amargos alfileres,
turbios gritos de espanto
vocablos carcomidos;
sobre este purulento desborde de inocencia,
ante esta nauseabunda iniquidad sin cauce,
y esta castrada y fétida sumisión cultivada
en flatulentos caldos de terror y de ayuno.

Cúbrete el rostro
y llora...
pero no te contengas.
Vomita.
¡Sí!
Vomita,
ante esta paranoica estupidez macabra,
sobre este delirante cretinismo estentóreo
y esta senil orgía de egoísmo prostático:
lacios coágulos de asco,
macerada impotencia,
rancios jugos de hastío
trozos de amarga espera...
horas entrecortadas por relinchos de angustia.

Oliverio Girondo

Jesús, el dulce, viene...

Jesús, el dulce, viene...
Las noches huelen a romero...
¡Oh, qué pureza tiene
la luna en el sendero!

Palacios, catedrales,
tienden la luz de sus cristales
insomnes en la sombra dura y fría...
Mas la celeste melodía
suena fuera...
Celeste primavera
que la nieve, al pasar, blanda, deshace,
y deja atrás eterna calma...

¡Señor del cielo, nace
esta vez en mi alma!

Juan Ramón Jiménez

El amor

¿Por qué, Amor, cuando expiro desarmado,
de mí te burlas? Llévate esa hermosa
doncella tan ardiente y tan graciosa
que por mi oscuro asilo has asomado.


En tiempo más feliz, yo supe osado
extender mi palabra artificiosa
como una red, y en ella, temblorosa,
más de una de tus aves he cazado.


Hoy de mí mis rivales hacen juego,
cobardes atacándome en gavilla,
y libre yo mi presa al aire entrego;
al inerme león el asno humilla...


Vuélveme, Amor, mi juventud, y luego
tú mismo a mis rivales acaudilla.

 

Ignacio Ramírez

Te quiero

Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso;

Te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;

Te lo he dicho con las plantas,
leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;

Te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.

Luis Cernuda

Nanas de la cebolla

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de ni amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuántos jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.

Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan lato,
tan extendido,
que tu carne es le cielo
recién nacido.

¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.

Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.

Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.

No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

Miguel Hernández