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El bloqueo en la escritura

El bloqueo en la escritura El bloqueo en la escritura es la imposibilidad ya sea ocasional o crónica de escribir palabras sobre un tema; la mayor parte de las veces, éste es experimentado como una limitación exasperante, acompañada de sentimientos frustrantes y negativos ocasionados por el hecho de no poder expresarse con palabras acerca de algún asunto. Además, el bloqueo es mucho más lastimoso cuando ocurre frente a temas en los que nos consideramos expertos. Este lapso en blanco puede presentarse al principio del proceso de escritura, cuando estamos iniciando nuestro texto, o en el transcurso de la redacción cuando, dentro del desarrollo de nuestras ideas, llega un momento en el que ya no podemos continuar y dejamos el escrito incompleto.

El bloqueo da origen a un fuerte sentimiento de frustración. Esta frustración se origina en la incomodidad que produce el reconocer que, a faltos de ideas propias, deberemos destinar nuestro potencial intelectual a tareas más bien receptivas; es decir, tendremos que conformarnos con el papel "menor" de copiar o repetir las ideas de alguien más (el gurú de nuestra disciplina, el líder intelectual en el asunto, la opinión de los demás) y deberemos consumir nuestros mejores esfuerzos en entender sus pensamiento. Pero, más que esto, el bloqueo es fuente de malestar por la fuerte incertidumbre que nos plantea, es decir, por la duda que cultiva en torno a si esta falta de ideas originales es algo pasajero o si verdaderamente revela una característica inherente a nuestra persona. Llega uno a pensar que, en efecto, a lo largo de nuestra existencia no hemos dado muestras de creatividad alguna y que somos unos seres vacíos, sin imaginación, sin contenido, sin nada que aportar al mundo a través de la escritura. En este sentido, el bloqueo puede ser terriblemente aniquilante porque consolida nuestra convicción de que somos entidades por completo carentes de originalidad y que, en contraposición, la creatividad, la fantasía, la fuerza y frescura de las ideas nuevas es una experiencia que sólo les ocurre a los literatos, a los genios o a los inspirados, que viven en otros mundos o que, en definitiva, comparten una naturaleza distinta a la de los seres normales, comunes y corrientes de la vida cotidiana.

Frente a lo anterior, es necesario que reconsideremos la naturaleza del bloqueo en la escritura: lejos de ser un elemento externo o ajeno al proceso creativo, forma parte de él. El bloqueo es como la piel de los esfuerzos creativos y de la intuición de las ideas; en este sentido, en lugar de rodearlo de connotaciones negativas, tenemos que aprender a verlo en su forma positiva, en la función que cumple y cubre. El bloqueo es, en efecto, una forma de protección. El muro que éste representa es una defensa y esa defensa no es contra nadie más sino contra nosotros mismos. El bloqueo en la escritura es una salvaguarda contra nuestras ideas vagas e inexactas acerca de lo que significa escribir y contra las exigencias a que sometemos este acto. Normalmente, la escritura es considerada como una ocupación que se realiza en un breve, sino brevísimo, período y que consiste en la anotación o transcripción de las ideas que nos lleguen a la cabeza sobre el asunto de la composición; en general, se considera que escribir es algo que debe realizarse rápido y bien desde un principio. Entendida así, la escritura es sometida a una serie de exigencias muy dañinas.
Una de ellas es el perfeccionismo; éste consiste en querer escribir desde el primer momento la frase exacta que revele nuestros pensamientos; dado que la escritura es considerada como un acto único, no una serie de acercamientos hacia nuestras ideas, resulta que tenemos un solo intento para dar en el blanco y para expresar adecuadamente nuestro razonamiento. Como esto raramente ocurre, el bloqueo es la respuesta a esta expectativa derivada de un agobiante ideal de perfección. Otra exigencia dañina es el criticismo en exceso. Este consiste en la actitud constante de corregir desde el principio del proceso todo lo que escribimos. Dado que, según la noción que describí más arriba, la escritura se resuelve en un solo acto, se pretende realizar al mismo tiempo las actividades de producción y edición de las ideas, la escritura y corrección de las frases. Así, por ejemplo, al mismo tiempo que se elabora la redacción, el excesivo criticismo nos conduce a revisar la puntuación, la tipografía, el empleo de los adjetivos, la acentuación, la ortografía, la posición de los elementos de la oración, etc. El resultado lógico de este proceder es la constante interrupción del flujo de la escritura y el bloqueo es el antídoto a este criticismo extenuante e injustificado. Finalmente, el bloqueo es una defensa contra la excesiva ambición a que sometemos el acto de escribir; esta ambición desmedida puede tomar la forma de querer abarcarlo todo acerca del asunto de la composición, es decir, desde sus ramificaciones prehistóricas hasta la diversidad de sus manifestaciones actuales. Otra forma en que se presenta la ambición sin límites es la que querer exponer ideas de una trascendencia tal, de una importancia tal, que las consideramos capaces de cambiar drásticamente la forma de entender el asunto o la disciplina sobre la que escribimos; entonces la escritura se presenta como el escenario de una futura transformación, se depositan en ella tantas esperanzas, tantos hechos futuros que, simple y llanamente, dan lugar a un colapso.

La imposibilidad de escribir, en suma, es una reacción contra una idea equivocada de la escritura (escritura como acto único) y contra estrategias inadecuadas para su realización (perfeccionismo a ultranza, excesivo criticismo, ambición ilimitada); en este sentido, el bloqueo confirma una idea frecuente entre los teóricos de la enseñanza de las habilidades escritas en el sentido de que las dificultades más importantes que se presentan en el proceso de composición provienen del escritor mismo. Una forma adicional de corroborar esta circunstancia es examinando una estrategia muy común para resolver la actividad de la escritura: la inspiración. La inspiración como método para escribir consiste en esperar la repentina aparición de un torrente de ideas sobre el asunto de la redacción. Este procedimiento consiste en que nos preparemos en el ambiente más adecuado a nuestros gustos (un jardín, un escritorio y con una taza de café, un ambiente con música tranquila) y nos sentamos a esperar... El punto es que la inspiración no resulta una forma muy adecuada para resolver la escritura porque dependemos no de habilidades cultivadas racionalmente por nosotros sino de la súbita aparición de la musa. Como la inspiración nos conduce a un estado de pasividad (no hacemos nada sino esperarla), finalmente durante esta espera no actuamos de manera positiva o constructiva. En este sentido, en lugar de ver la escritura como una actividad en la que podemos realizar diferentes actividades (generar ideas, organización de los pensamientos, esquematizar, crear planeas, proponer tesis o ideas principales, ensayar párrafos, etc.), la inspiración, como método de trabajo para escribir, conduce directamente al bloqueo.

Es importante que entendamos que la creatividad no está prohibida a nadie; en cada uno de nosotros sobrevive un reino de la fantasía, donde nacen y se desarrollan imágenes propias, plenas de sentido y de significado; este imperio de las ideas originales hierve en entidades, valores, esquemas que conducen nuestras intuiciones; tiene un pasado, una historia y un futuro; y así como nos enorgullecemos de nuestras realizaciones conscientes, del mismo modo este dominio de la imaginación ha cultivado logros y realizaciones. Este reino ha sido llamado muchas veces el "inconsciente", el "niño interior" o capacidad de asombro, y se le ha relacionado con el lado derecho del cerebro. Justamente el bloqueo lo que hace es proteger este dominio creativo contra nuestra ansiedad perfeccionista, contra el criticismo incisivo, contra el exceso de ambición. Contra todo aquello que es destructivo y necio de nuestra parte. Por este motivo, el bloqueo cumple una función muy importante: impide que esta faceta rígidamente perfeccionista, destructoramente crítico, ambicioso hasta la enfermedad ingrese al dominio de la creatividad y lo dañe. En cambio, para entrar a ese reino hay que utilizar otras estrategias y en lugar de querer derribar por la fuerza las murallas del bloqueo, hay que entablar relaciones de vecindad, relaciones de amistad, relaciones fructíferas. Entonces tendremos no un asedio, no un sitio sino una relación de colaboración entre nuestras nociones conscientes y nuestras habilidades creativas.

Finalmente, tenemos que reconocer que algo que nos aporta el bloqueo es justamente la hoja en blanco. En la hoja en blanco no siempre es un obstáculo, en ella podemos intentar varias cosas. La hoja en blanco es como un anchuroso mar, podemos ir de viaje y divertirnos, podemos forjarnos identidades falsas, contrarias, diferentes a las de nosotros mismos, podemos intentar cosas que racionalmente no haríamos, podemos decir cosas que nos avergonzarían, podemos imaginar mundos imposibles. El bloqueo, es este sentido, cede ante un simple conjuro, se derrumba ante una simple invitación: sé amable, paciente y tolerante contigo mismo.

Martín Fontecilla

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