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A San Miguel

No que el Señor Luis de Moscoso
En San Miguel de la Frontera,
Entre los pueblos cave un foso,
Y haga sólo, del nuevo tan afanoso,
Gente guerrera.

Ha ido rescripto real por todo
Lugar -hasta ambos virreinatos,
Para que los Mestra den modo
De que el ganado de sus hatos
Venga a romper todo mal ocio,
Al intercambio y al negocio
A San Miguel de la Frontera.

Plazuelas, calles, solas antes,
Todo lo llenan los feriantes,
Y todo atrae sus miradas:
En sus jaulas doradas.

Los colorines;
Desde un jardín de cal y canto,
Sobre la parra de jazmines,
Raucisono da su canto,
El pavo real que la esponjada
Cauda, a la luz, como áureos tules-,
Abre, flabel de los azules
Ojos de Argos constelada.

Todo lo ven los forasteros.
Llenan los patios y apeaderos
Los añileros,
Los especieros,
Los ganaderos,
Y los mineros,
Y en medio al corro ganancieros,
Los marimberos.

Un remanso, de gentes en la corriente
Han hecho los maceros que llevan banderolas:
-!El Alcalde Mayor y la Alcaldesa!
Ella contrata con los frailes bulas;

Ella contrata
Cristos de yeso y pitos de Esquipulas
Y paga con monedas españolas
y con tejos de plata.

El habla gentilhombre con los guayaquileños,
Los chipanecos,
Los quetzaltecos,
Y oaxaqueños.
Y encomian los señores la fiesta proque vino
Un filipino,
Y un rico ameca
De Ameca-Ameca.

Causan otros remansos como extienden las manos,
O pidiendo limosnas o vendiendo rosarios,
Los franciscanos,
Dominicanos
Y mercenarios.

La plazuela del teatro en aquél tiempo era
Liza y empalizada para desafiados;
Vienen a combatirse desde tierras lejanas
Los bisoños y zurdos con sables de madera;
Los hidalgos y avezada
Con espadas toledanas.

No es lo de menos de la fiesta
El tiangue, en el momento
En que le prestan lucimiento
Bien los señores de la Mesta,
O el hacendado henequenero,
Cochinillero, o añilero...
Llegan a ver éstos y otros,
Y hacen en fin cosa de risa,
Cómo en la plaza, cuatro potros

Descuartizaban al cuatrero
Ladrón Ceniza.

Antes los perdidosos y malos negociantes
Al volver a su tierra, viendo el arcángel fiel,
Que abría sobre el templo sus alas rutilantes,
esde un alto recodo del camino, decía, antes:
De San Miguel,
Sólo El.

Ahora, al sol temprano quer las techumbres dora,
Cuando los ojos yertos vuelve al arcángel fiel,
Del pórtico del templo que derribara otrora
El rayo -el feriante maltrecho, dice ahora:
-De San Miguel
Ni Él.

Que pase breve tiempo y al lado de su esposa,
Tendrá él mismo un recuerdo dulce, sereno y tierno,
Al oír por la tarde bajo el dintel paterno;
A sus hijos que exaltan a la ciudad famosa:
Sexta, mayesta,
Martín de la Cuesta,
Dijo mi padre
Que pícara en ésta:
-A comer pan con miel
A la puerta de San Miguel!

Francisco Gavidia

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