La última cena del ensayo: Trece comensales
1.- Está escrito que escribe (o habla) ensayísticamente el que compone experimentando, el que vuelve, interroga, palpa, examina y atraviesa el objeto de su reflexión. Por ser así, la escritura ensayística está presente en novelas, cuentos, poemas y en mayor grado en los ensayos. El parecido de la escritura ensayística con el "pensar" es evidente. Exceptuando al monologo interior hallazgo de la narrativa no hay ninguna escritura que se asemeje más al fluir del pensamiento.
2.- Espejo sin azogue que refleja y deja pasar. Al inicio, en la escritura ensayística, el objeto de reflexión no tiene foco, ni forma predeterminada; antes del final, la reflexión reflejará al mismo espejo: Simmel es el asa; pero para mí Simmel es sencillamente la firma, en ese ensayo que apareció en el número IX de la Revista de Occidente y que bien pudo publicarse en forma anónima, seudónima o heterónima.
3.- Candileja. Si lo visible por todos es lo público y lo oscuro corresponde a lo privado, la escritura ensayística ensaya en el claroscuro; teatralmente alumbra el detalle o experimentando con el láser corta, quema. Probablemente por ese hacer público a lo privado y viceversa, llamarían a Freud, el Montaigne de nuestro tiempo.
4.- Una zoología de los géneros literarios mostraría a la novela como a una perra sentimental, un ave enjaulada la poesía, el cuento como astuto ratón y al ensayo curioso como un gato. Eso que mata siete veces al gato, alimenta al lector de ensayos. La curiosidad es la misma que le costaría la vida a Bacon, mientras experimentaba con la refrigeración de la carne.
5.- Se dice que el ensayo debe leerse en una sentada; pero además de nalgas el lector, hará uso de su cerebro. Y es sólo en esta postura como podrá concentrar su atención (que se dispersaría caminando, o acostado llamaría al sueño). Por necesitar tanto de cerebro como de buenas nalgas, el ensayo no es apto para ser leído por cucarachas.
6.- El ensayo es travesti: no olvidó el viejo sus dolosos artificios; transfigurose sucesivamente en melenudo león, en dragón, en pantera y en corpulento jabalí; después se nos convirtió en agua líquida y hasta en árbol de excelsa copa. El alomorfismo, como ustedes saben, consiste en el cambio de formas según el medio y sin abandonar la escritura "ensayística". Hay algo más importante: el ensayo lleva ropas del otro género con el objeto principal de obtener excitación sexual.
7.- El ensayo y la critica, el agua y el aceite. El travesti se disfraza de mujer, no de mona. Es un contrasentido el ensayo "crítico", no así la crítica sobre el ensayo. El investigador habita en la rama de su saber, el ensayista profesa lo inverso: ni siquiera cuando el objeto de reflexión sea la obra literaria, podrán ambos confundirse. Hay un segundo deslinde: el ensayo trabaja con el arte, pero también puede abordar directamente las cosas, sin la mediación de este. Él es con respecto a las cosas del mundo, como el vino es a la sangre.
8 .- El descubridor del ensayo, no su inventor, fue Francis Bacon, al publicar algo "diferente" a lo que escribía Montaigne y titularle de la misma manera. Él desenmascaró al ensayo pese a su alomorfismo. En verdad estos textos en nada se parecían a los del Novum organum o a la Nueva Atlántida; pero los "ensayos" estaban hermanados por un vínculo orgánico, gemelar, con los anteriores escritos del pensador francés. Luego de la modestia fundacional del lord inglés, nuestro idioma tardaría tres siglos en llamar ensayo a los ensayos.
9.- Sin notariar. Ya sea porque se cita sin mencionar las fuentes, o porque se trabaja con ideas prestadas, es imposible plagiar un ensayo. Un ensayo puede generar otro, en otro autor; y así sucesivamente entre espejos de barbería y donde la firma es lo menos importante.
10.- La escritura ensayística como seudo-holograma. A pesar de lo que usualmente aseveran los especialistas, todo ensayo agota el tema que trata. En verdad lo agota sin proponérselo. El todo está en la parte; la realidad no se confina a la "ensayística" de un autor en particular, o a los tratados y las monografías, porque nuestra percepción de lo real y de lo irreal es fragmentaria, breve o larga, dudosa.
11.- El ensayo y el desquite científico en el arte. Está escrito que el ensayo es la ciencia sin la prueba explícita; pero él es prueba de las búsquedas ametódicas que emprenden los científicos al final de su carrera. En estos ensayos evitan la divulgación de las teorías que les proporcionaron reconocimiento. Al contrario, se interesan por temas "nuevos", es decir, los viejos temas de la tradición ensayística: la muerte, la simulación y la disimulación, la belleza, la deformidad, los viajes, los jardines.
12. Nada más ridículo que el ensayista hablando o escribiendo acerca del ensayo. En todo ensayo el autor trata de sí mismo, hablar además de su escritura sería un exceso. Por eso los mejores ensayistas no son ensayistas, es decir, no lo parecen.
13 .- Judas como Mesías. Salir con blancas o con negras; elogiar a los caníbales, ironía por delante; la escritura ensayística nada contra la corriente o no es nada. Ese esfuerzo necesario, adicional, lo aporta un lector particular, el lector de ensayos. En la lectura ensayística se da un paso mas allá del sentido común; o como en el ajedrez, se trata de ver una jugada más que el adversario.
Pedro Téllez
2.- Espejo sin azogue que refleja y deja pasar. Al inicio, en la escritura ensayística, el objeto de reflexión no tiene foco, ni forma predeterminada; antes del final, la reflexión reflejará al mismo espejo: Simmel es el asa; pero para mí Simmel es sencillamente la firma, en ese ensayo que apareció en el número IX de la Revista de Occidente y que bien pudo publicarse en forma anónima, seudónima o heterónima.
3.- Candileja. Si lo visible por todos es lo público y lo oscuro corresponde a lo privado, la escritura ensayística ensaya en el claroscuro; teatralmente alumbra el detalle o experimentando con el láser corta, quema. Probablemente por ese hacer público a lo privado y viceversa, llamarían a Freud, el Montaigne de nuestro tiempo.
4.- Una zoología de los géneros literarios mostraría a la novela como a una perra sentimental, un ave enjaulada la poesía, el cuento como astuto ratón y al ensayo curioso como un gato. Eso que mata siete veces al gato, alimenta al lector de ensayos. La curiosidad es la misma que le costaría la vida a Bacon, mientras experimentaba con la refrigeración de la carne.
5.- Se dice que el ensayo debe leerse en una sentada; pero además de nalgas el lector, hará uso de su cerebro. Y es sólo en esta postura como podrá concentrar su atención (que se dispersaría caminando, o acostado llamaría al sueño). Por necesitar tanto de cerebro como de buenas nalgas, el ensayo no es apto para ser leído por cucarachas.
6.- El ensayo es travesti: no olvidó el viejo sus dolosos artificios; transfigurose sucesivamente en melenudo león, en dragón, en pantera y en corpulento jabalí; después se nos convirtió en agua líquida y hasta en árbol de excelsa copa. El alomorfismo, como ustedes saben, consiste en el cambio de formas según el medio y sin abandonar la escritura "ensayística". Hay algo más importante: el ensayo lleva ropas del otro género con el objeto principal de obtener excitación sexual.
7.- El ensayo y la critica, el agua y el aceite. El travesti se disfraza de mujer, no de mona. Es un contrasentido el ensayo "crítico", no así la crítica sobre el ensayo. El investigador habita en la rama de su saber, el ensayista profesa lo inverso: ni siquiera cuando el objeto de reflexión sea la obra literaria, podrán ambos confundirse. Hay un segundo deslinde: el ensayo trabaja con el arte, pero también puede abordar directamente las cosas, sin la mediación de este. Él es con respecto a las cosas del mundo, como el vino es a la sangre.
8 .- El descubridor del ensayo, no su inventor, fue Francis Bacon, al publicar algo "diferente" a lo que escribía Montaigne y titularle de la misma manera. Él desenmascaró al ensayo pese a su alomorfismo. En verdad estos textos en nada se parecían a los del Novum organum o a la Nueva Atlántida; pero los "ensayos" estaban hermanados por un vínculo orgánico, gemelar, con los anteriores escritos del pensador francés. Luego de la modestia fundacional del lord inglés, nuestro idioma tardaría tres siglos en llamar ensayo a los ensayos.
9.- Sin notariar. Ya sea porque se cita sin mencionar las fuentes, o porque se trabaja con ideas prestadas, es imposible plagiar un ensayo. Un ensayo puede generar otro, en otro autor; y así sucesivamente entre espejos de barbería y donde la firma es lo menos importante.
10.- La escritura ensayística como seudo-holograma. A pesar de lo que usualmente aseveran los especialistas, todo ensayo agota el tema que trata. En verdad lo agota sin proponérselo. El todo está en la parte; la realidad no se confina a la "ensayística" de un autor en particular, o a los tratados y las monografías, porque nuestra percepción de lo real y de lo irreal es fragmentaria, breve o larga, dudosa.
11.- El ensayo y el desquite científico en el arte. Está escrito que el ensayo es la ciencia sin la prueba explícita; pero él es prueba de las búsquedas ametódicas que emprenden los científicos al final de su carrera. En estos ensayos evitan la divulgación de las teorías que les proporcionaron reconocimiento. Al contrario, se interesan por temas "nuevos", es decir, los viejos temas de la tradición ensayística: la muerte, la simulación y la disimulación, la belleza, la deformidad, los viajes, los jardines.
12. Nada más ridículo que el ensayista hablando o escribiendo acerca del ensayo. En todo ensayo el autor trata de sí mismo, hablar además de su escritura sería un exceso. Por eso los mejores ensayistas no son ensayistas, es decir, no lo parecen.
13 .- Judas como Mesías. Salir con blancas o con negras; elogiar a los caníbales, ironía por delante; la escritura ensayística nada contra la corriente o no es nada. Ese esfuerzo necesario, adicional, lo aporta un lector particular, el lector de ensayos. En la lectura ensayística se da un paso mas allá del sentido común; o como en el ajedrez, se trata de ver una jugada más que el adversario.
Pedro Téllez
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