El papel tenía un precio
Es curioso que nos quieran colar que los periódicos en Internet deberían ser de pago cuando a nadie se le ocurriría poner una radio online sintonizable a través de una suscripción anual. El argumento "lo que se cobra offline hay que cobrarlo online" es tan estúpido como su enunciado opuesto. En la Red no hay papel, ni habrá periódicos. Es otro medio, otro canal, otra cosa... con unas reglas de juego que están por inventar. Pero hay quien insiste en cobrar por el papel en Internet, aunque en la Red no haya papel.
A las personas que se muestran escépticas con las posibilidades de éxito de los modelos de negocio basados en el cobra-hoy-lo-que-reagalaste-ayer-y-que-se-encuentra-por-todas-partes se las tacha de 'ilusas', 'utópicas', 'hippies', 'imbéciles' e incluso de 'gurús'. Un argumento habitual a utilizar contra el 'visionario' de Internet que asegura que es complicado vender agua salada en medio del mar es preguntarle si sus hijos no gastan pañales, si no paga alquiler o si, en fin, vive del aire. Lo curioso es que los que se llenan la boca con un "¡no regales tu trabajo, leñes!", jamás se lo espetarían al locutor de radio o al productor de televisión. Nadie imagina a una horda de financieros/inversores/empresarios/consultores acorralando a Gabilondo contra la pared, preguntándole, mientras castigan su iris con una bombilla de 300W, por qué diantres no hace pagar a todos sus radioyentes.
La tele, mayormente, no cobra (y nadie se queja); no se conoce un oyente abonado a un programa de radio; la gente paga al quiosquero a cambio de un puñado de hojas manchadas con tinta. Eso es la ley de la calle... En esto que llega Internet y la gente se despista, pierde el norte y, cuando se quiere dar cuenta, ya nada es lo que era. Las ondas de radio y la señal de TV no cuestan nada (directamente) al consumidor de medios; el papel de los diarios, sí. Si lo que se quiere es trasladar a la Red de una forma un tanto simplista el negocio tradicional, los defensores del cobro por contenidos deberían repensar sus argumentos.
Si el diario pasa factura al lector porque necesita talar árboles y alquilar grandes imprentas para elaborarse, y sigue recibiendo una buena cantidad de dinero de la publicidad, quizá no encuentre justificación para ponerse precio en Internet. Digamos que se trata de dar la vuelta al argumento de 'paga on lo que siempre has pagado off' si la tele no se paga en el salón, tampoco se paga en Internet; y si el periódico se paga en la calle, hay pagarlo siempre, por el de... Internet todo lo cambia, quieras o no. Y ahora empezamos a hablar de información, no de medios. No es un periódico/TV/radio accesible a través del ordenador. Se trata de un nuevo canal (medio), situado en el mismo plano al menos desde el punto de vista del consumidor de información que los demás.
Los dinosaurios de los medios (o los medios dinosaurios) tratan de implantar un chip al personal en el que han grabado "en la Red te informarás en un periódico" (en el de siempre, si puede ser) y "pagarás por él como siempre has hecho". Pues sí: leerás las noticias en la edición digital de un periódico, pero también en la de una revista, o en un portal, un weblog, un grupo de noticias, una cadena de televisión, un boletín electrónico... o a través de un robot que clasifica automáticamente 4.000 fuentes de información.
Pero siempre hay que volver a lo básico: las empresas son entes que necesitan ganar dinero para subsistir. Pues bien les valdría a esas empresas de medios decirle a sus 'fieles' que necesitan su dinero para salir adelante en vez de utilizar falaces argumentos tales como que el lector de papel no puede cargar a su espalda con el de pantalla.
Si cobran su producto informativo en la Red con éxito es porque el lector lo aprecia, lo quiere tener, no lo encuentra en otro lugar y está dispuesto a pagar por él. Pero quizá no sea una buena forma de empezar cobrar dos veces por el mismo producto: es injusto que el suscriptor que recibe el ejemplar en casa no pague en la web, pero sí el que lector fiel que hace el esfuerzo de acercarse cada mañana al quiosco.
En estos dimes y diretes que irán enfocando el modelo de negocio de los medios online del futuro, tenemos, gracias a Dios, de todo. El País (¡bendito sea!) ha tenido los redaños de lanzarse a una piscina vacía; de echar la caña con un gusano en el anzuelo en un mar en el que no hay sitio para tanto cebo. Bienvenido sea su previsible batacazo, porque será él el que se lo pegue (y no nosotros). O su éxito, que nos hará reconocer humildes que estábamos equivocados, y que la Red es suya (y no nuestra).
Cuatro puntos más razonable, su competidor El Mundo se adelantó a cobrar por sus contenidos, pero sólo por el 'papel': la copia electrónica de los contenidos del diario y el archivo histórico serán de pago, pero no el 85% de la web, que es todo lo que no es papel volcado: Internet.
Y luego quedan los de free for ever, que nacen, crecen, se reproducen y, mayor y lastimeramente, mueren. Entre ellos están los modelos de negocio del trabuco: págueme usted por este banner o verá lo que cuento en mi edición de mañana. Los hay que viven sin vivir en ellos, en los que la fe y el tiempo libre suplen a las nóminas de fin de mes. Y están también, digamos en el extremo opuesto a gente como la de El País, los que quieren ofrecer al pueblo información libre y gratuita, siempre que no sea suya, o sea, que no tengan que desembolsar un duro para producirla. Así cualquiera regala.
Iñaki I. Rojo
A las personas que se muestran escépticas con las posibilidades de éxito de los modelos de negocio basados en el cobra-hoy-lo-que-reagalaste-ayer-y-que-se-encuentra-por-todas-partes se las tacha de 'ilusas', 'utópicas', 'hippies', 'imbéciles' e incluso de 'gurús'. Un argumento habitual a utilizar contra el 'visionario' de Internet que asegura que es complicado vender agua salada en medio del mar es preguntarle si sus hijos no gastan pañales, si no paga alquiler o si, en fin, vive del aire. Lo curioso es que los que se llenan la boca con un "¡no regales tu trabajo, leñes!", jamás se lo espetarían al locutor de radio o al productor de televisión. Nadie imagina a una horda de financieros/inversores/empresarios/consultores acorralando a Gabilondo contra la pared, preguntándole, mientras castigan su iris con una bombilla de 300W, por qué diantres no hace pagar a todos sus radioyentes.
La tele, mayormente, no cobra (y nadie se queja); no se conoce un oyente abonado a un programa de radio; la gente paga al quiosquero a cambio de un puñado de hojas manchadas con tinta. Eso es la ley de la calle... En esto que llega Internet y la gente se despista, pierde el norte y, cuando se quiere dar cuenta, ya nada es lo que era. Las ondas de radio y la señal de TV no cuestan nada (directamente) al consumidor de medios; el papel de los diarios, sí. Si lo que se quiere es trasladar a la Red de una forma un tanto simplista el negocio tradicional, los defensores del cobro por contenidos deberían repensar sus argumentos.
Si el diario pasa factura al lector porque necesita talar árboles y alquilar grandes imprentas para elaborarse, y sigue recibiendo una buena cantidad de dinero de la publicidad, quizá no encuentre justificación para ponerse precio en Internet. Digamos que se trata de dar la vuelta al argumento de 'paga on lo que siempre has pagado off' si la tele no se paga en el salón, tampoco se paga en Internet; y si el periódico se paga en la calle, hay pagarlo siempre, por el de... Internet todo lo cambia, quieras o no. Y ahora empezamos a hablar de información, no de medios. No es un periódico/TV/radio accesible a través del ordenador. Se trata de un nuevo canal (medio), situado en el mismo plano al menos desde el punto de vista del consumidor de información que los demás.
Los dinosaurios de los medios (o los medios dinosaurios) tratan de implantar un chip al personal en el que han grabado "en la Red te informarás en un periódico" (en el de siempre, si puede ser) y "pagarás por él como siempre has hecho". Pues sí: leerás las noticias en la edición digital de un periódico, pero también en la de una revista, o en un portal, un weblog, un grupo de noticias, una cadena de televisión, un boletín electrónico... o a través de un robot que clasifica automáticamente 4.000 fuentes de información.
Pero siempre hay que volver a lo básico: las empresas son entes que necesitan ganar dinero para subsistir. Pues bien les valdría a esas empresas de medios decirle a sus 'fieles' que necesitan su dinero para salir adelante en vez de utilizar falaces argumentos tales como que el lector de papel no puede cargar a su espalda con el de pantalla.
Si cobran su producto informativo en la Red con éxito es porque el lector lo aprecia, lo quiere tener, no lo encuentra en otro lugar y está dispuesto a pagar por él. Pero quizá no sea una buena forma de empezar cobrar dos veces por el mismo producto: es injusto que el suscriptor que recibe el ejemplar en casa no pague en la web, pero sí el que lector fiel que hace el esfuerzo de acercarse cada mañana al quiosco.
En estos dimes y diretes que irán enfocando el modelo de negocio de los medios online del futuro, tenemos, gracias a Dios, de todo. El País (¡bendito sea!) ha tenido los redaños de lanzarse a una piscina vacía; de echar la caña con un gusano en el anzuelo en un mar en el que no hay sitio para tanto cebo. Bienvenido sea su previsible batacazo, porque será él el que se lo pegue (y no nosotros). O su éxito, que nos hará reconocer humildes que estábamos equivocados, y que la Red es suya (y no nuestra).
Cuatro puntos más razonable, su competidor El Mundo se adelantó a cobrar por sus contenidos, pero sólo por el 'papel': la copia electrónica de los contenidos del diario y el archivo histórico serán de pago, pero no el 85% de la web, que es todo lo que no es papel volcado: Internet.
Y luego quedan los de free for ever, que nacen, crecen, se reproducen y, mayor y lastimeramente, mueren. Entre ellos están los modelos de negocio del trabuco: págueme usted por este banner o verá lo que cuento en mi edición de mañana. Los hay que viven sin vivir en ellos, en los que la fe y el tiempo libre suplen a las nóminas de fin de mes. Y están también, digamos en el extremo opuesto a gente como la de El País, los que quieren ofrecer al pueblo información libre y gratuita, siempre que no sea suya, o sea, que no tengan que desembolsar un duro para producirla. Así cualquiera regala.
Iñaki I. Rojo
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