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Estructuras de lo imaginario en Los Versos del Capitán de Pablo Neruda

Estructuras de lo imaginario en Los Versos del Capitán de Pablo Neruda -Introducción

La poesía y su relación con la filosofía no es un tema nuevo ni mucho menos, al hablar de ello situamos nuestro decir cerca de autores como Homero y Hesíodo cerca de libros como La Biblia, el Corán, los Upanishads y los Eddas, es decir, cerca de los cantos poéticos que hablaron del universo, de su orden y de la creación, que a la vez tornaron su decir en sabiduría, a su enunciación en hermenéutica, y a la tarea del pensar en el modo de la filosofía.

Decir que toda literatura profana se deriva de un relato religioso, a veces un relato realmente fundador, tampoco es algo nuevo, ya lo teníamos en el tapete desde los escritos de W. Otto, M. Eliade, G. Bertin, G. Jung, G. Dumèzil, etc., tratando de situar al poeta en el lugar que le corresponde en la ciencia del hombre -sosteniendo a la vez, y en esto rehaciendo los pasos de G. Durand, que esta ciencia es posible de ser enunciada—, que vendría del ethos, es decir, la memoria inconsciente, inmemorial, transhistórica, de los seres y de los pueblos, de las sociedades y de los individuos.

Tratando de salvar el reduccionismo occidental y tratando de situar al autor en la mera perspectiva de lo humano.

Georges Dumèzi1 ha dicho que toda obra es demiúrgica: crea mediante palabras y frases, un cielo nuevo y una tierra nueva.

La obra no es un informe, no es un rapport. Si vamos a dar crédito a lo antes dicho y a situarnos del lado de una Rezeptiontheorie (teoría de la recepción).

No hay un yo social distinto del yo profundo. Ésta es la tesis fundamental. Todo ensamblaje casual de palabras toma maravillosamente la necesidad de un sentido, nos dice V. Alquié en su Philosophie du Surréalisme. Toda literatura es una apuesta creadora contra este fabuloso ancestro que, por casualidad, habría escrito El Libro (la Biblia, los Upanishads o los Edda).

"De1 mismo modo que la ética viene del ser y la moral de quien manda, el significado viene del ser, cuyo pasado, presente y futuro se subsume en su Imaginarlo, y no de los detentores de la verdad."

Así, el poeta, viene a ser el vórtice de sentido de un logos propio y a la vez humano. Neruda posee intuición filosófica. En su obra, la relación filosofía y literatura es de carácter pendular.

Quizá el problema pasa por la intención del autor, ya que Neruda se plantea en las antípodas de un quehacer teórico, o poético y filosófico, al modo que lo hicieran Hölderlin o Borges. O tal vez sea un problema de lenguaje, entre lo propio de la filosofía y lo propio de la literatura, si pudiera determinarse algo por el estilo. No es el caso de la presente investigación ahondar en temas formales. Bastante han hecho los críticos literarios y los filósofos tardo—modernos con su estructuralismo, que siendo la última consecuencia de la evacuaci6n del significado iniciada por los formalistas (lingüísticas y literarias), aceptan al hombre como una necesidad, y pretenden que sus obras sean el fruto del azar.

Ricoeur nos habla de una función heurística del discurso poético, por eso la poesía no es sólo retórica —como quisieran los estructuralistas—, y por eso está más cerca de la filosofía.

La metáfora es la herramienta, La clave, la parsimonia, la piedra filosofal, que va a permitir al autor y al lector, el ingreso a un descubrimiento de la realidad.

La poesía hace su ingreso en el discurso como una mimesis, que deja de serlo desde que se hace necesaria, sagrada, inamovible en tanto que obra, opus... cuando no tiene ni necesita justificaci6n y, de este modo, conmemora y denota, recuerda y significa.

Podemos todavía sostener que en poesía y en filosofía hay coincidencia de propósito y coincidencia critica. También que hay en Neruda un reconocimiento de una comprensión cosmológica de carácter existencial. Su poesía va a discurrir sobre los acontecimientos y las cosas... experiencia cosmológica con fondo existencial.

Y así, como toda creación literaria es transformadora de lugares geográficos en topoi —lugar simbólico—, las realidades psicológicas en personae, hasta en héroes, los momentos o sucesos en kairoi —momento justo, teofanía—, y el decir en logoi— palabra creadora, sabiduría—, asimismo el discurso poético deviene en un quehacer que se hermana con la filosofía, que difiere en el modo de acercarse a una misma verdad.

-Estructuras de lo imaginario.

Lo imaginarlo de una obra deviene su fundamento, las columnas sobre las que se construye el edificio del sentido. Neruda, en su obra Los Versos del Capitán —que consta de cuarenta y siete poemas, mas una carta y una explicación en la que se hace cargo del hecho que apareciera publicado por primera vez en calidad de anónimo, ordenado esto en siete partes- que en una primera lectura aparece como dedicada al amor sensual, de pareja, deja entrever de su proceso do creación, el quehacer del hermeneuta, del hombre quo busca, sea este filósofo, científico, mago o santón.

La figura femenina, el andrógino, la mater—terra, el viaje iniciático o la búsqueda, y también la noción de coincidentia opossitorum, son los arquetipos principales que atraviesan esta obra.

Neruda evidencia una inclinación por lo femenino como una búsqueda, casi en un sentido alquímico. Símbolos como la rosa, la amada, la luna y la tierra, devienen intercambiables e identificables.

"... suben tus hombros como dos colinas..."

"...mido penas los ojos más extensos del cielo / y me inclino a tu boca para besar la tierra."

Esta amada es la que encierra el sentido, la verdad, la sabiduría, y que hace de su aparición, de su contacto con el poeta, un suceso de teofanía.

En la historia de la humanidad, la amada aparece como guía. Así era entendida la amaxia uxoris de los caballeros andantes, o la pistis—sophia de los alquimistas, o Atenea-Minerva para los filósofos de la antigüedad (poeta y filósofo se confunden en la noche de los tiempos, pero concederemos la distinción desde Homero y Hesíodo en adelante).

Inspiración y atracción a lo que se intuye está más allá, esto es la amada.

Relacionada con la leyenda del Grial o Graal, la copa magnífica, que opera una torsión en la herencia del pensamiento dualista, lógico—matemático, sometido a una lógica del todo o nada, que termina por hacernos renegar de la realidad —sensible o de la experiencia- siempre paradojal, que estructura los proyectos de pensamiento desde un pensamiento dialéctico, significando dicha torsión, un tratamiento diferente de lo complejo de la realidad. Así, al revisar el bagaje de textos antiguos que dan noticias de los arquetipos fundantes, tal como lo son la amada y/o el graal, nos entregamos a una cierta humildad epistemológica, poniendo al mito como motor de la reflexión.

El graal-amada aparece vertebrando la obra de Neruda, y en su etimología remite a los mismos tópicos con que el poeta nos envuelve.

Graal, lleva en sí la idea de vaso, de copa —del. griego krátera, y del latín, cratalem— se lo asocia además a la idea de fuente, de entrada subterránea, de gruta, y desde la etimología germana, a la idea de tumba -graben, creuser- participando así de estructuras de significación más amplias, que dicen relación con la nutrición, con la intimidad y lo místico.

El campo semántico de estos arquetipos es aún mayor, graal tendría relación con el vocablo provenzal gradale —libro-, así se referiría a la palabra perdida, la palabra original que se debe buscar, que por lo tanto conmina a una búsqueda. Este libro podría ser el Gran Libro de la Naturaleza de los alquimistas, el Liber Mundi, donde está la revelación del mundo. En el Apocalipsis de Juan se puede igualar al Arbol de la Vida.

Neruda no está lejos de este discurso: En El Alfarero, "Todo tu cuerpo tiene / copa o dulzura destinado a mí."

O en 8 de Septiembre, "Hoy, este día fue una copa plena", el momento y la verdad dicha y vivida, kairos-logoi.

La tierra se iguala al mar, los elementos se mezclan, se confunden y desdibujan en un proceso heurístico inconsciente pero apasionado a la vez. Pasos de ciego, caminar de sonámbulo.

"Hoy el mar tempestuoso / nos levantó en un beso / tan alto que temblamos / a la luz del relámpago..."

En el momento de la revelación, o de la develación del ser, aparece el andrógino anunciándole: "Hoy nuestros cuerpos se hicieron extensos, / crecieron hasta el límite del mundo y rodaron fundiéndose / en una sola gota / de cera o meteoro."

Estas últimas dos palabras, cera y meteoro, son elementos que representan lo diurno y lo nocturno, el sol y la luna, lo seco y lo húmedo; caminos paralelos para llegar a la verdad.

El régimen diurno representa la estructura heroica, la idealización, la exclusión de los contrarios. "Es el mundo de la búsqueda de la pureza, de la luz, de la escención heroica hacia la meta ideal, mundo de héroes y paladines que la imagen de la espada ilustra. Conecta el símbolo monárquico del cetro, el águila y todo cuanto permite esca1ar."

Hay referencia a la organización patriarcal —dicho sea de paso es el Padre, la autoridad— que este régimen sustenta neutralizando el matriarcado original con imágenes oscuras y temporales que se concretan en imágenes de la gran diosa terrible —tempestad, montaña- la feminidad destructora y devoradora.

Este régimen, siguiendo a Alain Verjat, sustentaría las filosofías de Descartes y Platón, que se basan en el estatismo de la trascendencia opuesta al fluir temporal, en la distinción de la idea terminada y precisa, en el maniqueísmo originario del día y la noche, de la luz y las tinieblas, del bien y el mal...

Durand lo llama visión esquizomorfa, sistema que termina por entregar una visión mecanizada del universo, ya que lleva la antítesis yo-mundo hasta sus extremos.

Esto lleva al pensador al cansancio, al agotamiento; le inyecta un deseo de lo femenino, de lo nocturno, del descanso.

Así, "al régimen nocturno do la imagen, compuesto por las estructuras sintéticas (diseminatorias) o dramáticas, de la coincidencia de los contrarios, la dialéctica de los antagonistas y el progresismo cíclico, cuyo principio es el de la causalidad" (...) "y las estructuras místicas o antifrásticas, estructuras de repetición y perseverancia, de realismo sensorial y de gulliverización", regida esta última por los principios de analogía y semejanza. El régimen nocturno es el confundir y el unir, es el mundo de la luna, de la cruz, del fuego de la intimidad.

"... el mundo del andrógino, de la madre original, de la cuna, de la nave mortuoria, de la caverna y de todos los símbolos de intimidad, de ciclo y de penetración."

Es claro que Neruda termina por adscribirse a este último, pero no se trata aquí de exclusiones, sino más bien de un cambio de valor de los símbolos. El regreso a la Gran Madre Primordial, a la feminidad no terrible, es el retorno a la unidad perdida; los signos diurnos se invierten: la caída angustiosa pasa a ser un descenso voluptuoso, y las tinieblas pavorosas, en noche dadivosa, la luz pura y cegadora, en irisación de colores: el mundo de lo analítico -y esto es de capital importancia en lo que va de nuestro análisis—, de la unidad que quiere valores seguidos y sentidos inmutables, dan paso al mundo de la intimidad, de la fusión, de la polisemia, de la síntesis.

El pensamiento solar –diurno- es denotativo y reductor en tanto que el nocturno –lunar- está próximo a los lenguajes no verbales, y designa las cosas por analogía, es así que su mundo es la metáfora.

Aparecen vinculadas la tierra y la amada, el graal y la piedra filosofal, en una estructura tan vasta como las ya nombradas: el andrógino. En los versos del poema El Alfarero dice lo siguiente: "Tus rodillas, tus senos / tu cintura / faltan en mí como el hueco / de una tierra sedienta / de la que desprendieron / una forma, / y juntos / somos completos como un solo río / como una sola arena."

Los elementos, el aire, la tierra, el agua y el fuego, van a ser la materia prima de la búsqueda, de la hermeneusis, del logos.

Neruda evidencia en su poesía la tarea del hermeneuta, del buscador:

"Cuando no puedo mirar tu cara / miro tus pies."

Este poema, Tus Pies, es una sublimación bastante curiosa del oficio interrogativo del filósofo, del científico o del antiguo alquimista. En este sentido, apela a los elementos para encontrar la verdad, que esquiva y evade los acercamientos directos.

El fuego, la tierra, el agua y el aire están claramente definidos: "la duplicada / púrpura de tus pezones", "tu cabellera roja", rojo, fuego; ...pero no amo tus pies / sino porque anduvieron sobre la tierra...", obvio, la tierra; "... y sobre / el viento y sobre el agua / hasta que me encontraron", el aire y el agua.

En su poema Tu Risa, se vislumbra un momento de la búsqueda: el de la iniciaci6n, la antigua vela de las armas. El honor es la salvación, y la salvación es atributo de la palabra, del logos.

Y, ¿qué es lo que busca Neruda?

La tierra, la mater—terra, la Pachamama de los antiguos habitantes de los Andes, la patria; la aprehensión de un fundamento que haga soportable el ser en el mundo, que deviene la tarea filosófica por excelencia.

Ahora que se identifica el objetivo, se llega a él por la guía de lo femenino, camino difícil, de batallas y revoluciones, la antigua polemos, la guerra santa, la revolución del Capitán que se inspira en su amada para luchar por los suyos...

La búsqueda a partir de lo femenino, lo difícil de alcanzar el grial, la elección de la copa entre muchas, que sólo alguien puro de corazón podrá reconocer: "Detrás de todas de voy / Pero a ti, sin moverme, / sin verte, tú distante, / van mi sangre y mis besos..."

La cita anterior es parte de un poema central en la obra nerudiana, por lo tanto lo es también de Los Versos del Capitán. En dicho poema, la mujer, lo femenino, es un principio multisemántico, es decir, se desborda y se multiplica al infinito; hace de su ser único, una mónada, un espejo del universo. El poeta intuye la verdad, en la persona de la mujer correcta, verdadera y única.

Los poemas La noche en la isla y El viento en la isla, representan lo que ya hemos señalado en forma aún más evidente: "... tal vez muy tarde / nuestros sueños se unieron / en lo alto o en el fondo, / arriba como ramas que un mismo viento mueve, / abajo como rojas raíces que se tocan." Coincidencia de opuestos en la imagen del Árbol, del Ydragsil —el Arbol más viejo del mundo que florecerá en el momento que el mundo salga do su ciclo de decadencia-, del Árbol de la Vida, los regímenes diurno y nocturno en la misma vocación.

Se insinúa un retorno al origen en la persona de lo femenino: "...lo que ahora /-pan, vino, amor y cólera- / te doy a manos llenas / porque tú eres la copa / que esperaba los dones de mi vida." Frente a este último verso el análisis es casi superfluo.

En el reflexionar, el poder del hombre es insuficiente para abarcar toda la verdad que le es revelada, es graficado en su poema La Infinita: "Ves estas manos? Han medido / la tierra (...)" "... no alcanzan a abarcarte / se cansan alcanzando / las palomas gemelas / que reposan o vuelan en tu pecho..."

Y la búsqueda, cristaliza en estos versos: "En ese territorio, / de tus pies a tu frente, / andando, andando, andando, / me pasaré la vida."

Otros poemas de la primera parte continúan dando muestras de lo que, hasta aquí, se nos muestra como evidente. En Bella, las figuras del graal, de la mujer-verdad, se relaciona con el obrar alquímico: "con un nido de cobre enmarañado / en tu cabeza, un nido / color de miel sombría / donde mi corazón arde y reposa, / bella."

Las insinuaciones cosmogónicas del poema El Hijo, y la sabiduría que trasuntan los versos de La Tierra, basten para sostener la sentencia inicial, a saber, que la poesía de Neruda implica contenidos filosóficos, por cuanto juega con arquetipos, con estructuras de lo imaginario que reflejan inquietudes fundantes para el hombre, y a la vez, indican el camino a seguir en la satisfacción de esa carencia.

En el poema Ausencia: "Apenas te he dejado, / vas en mí, cristalina, / o temblorosa, / o inquieta, herida por mi mismo / o colmada de amor, como cuando tus ojos / se cierran sobre el don de la vida / que sin cesar te entrego", la búsqueda se ve coronada con logros, con aprehensiones, que sin embargo, siempre son insuficientes.

Esta carencia, o insuficiencia, se materializa en la figura del andrógino, el deseo de completar lo que falta, de saciar la carencia, de culminar con éxito la empresa humana.

Neruda ubica al deseo en su segunda parte, aunque no hay una apropiación de elementos distintos a los ya referidos, sean estos el graal: "bebo tu sangre" la iniciación que se mezcla al devenir, al tiempo: "Y me quedo velando / por años en la selva / tus huesos, tu ceniza,/ inmóvil, lejos / del odio y de la có1era..."

En la sección titulada Las Furias, pasa lo mismo, a saber, de cómo el iniciado reconoce su verdad de entre muchas, y cómo el dolor de separarse de la matriz, la caída, la expulsión del paraíso, obran de motor en la voluntad de la búsqueda. Y quien rige esta búsqueda es el principio femenino, pues el poema que indica lo anterior se llama El Amor.

La unidad del libro lo da el poema La Pregunta: "Amor, una pregunta / te ha destrozado / Yo he regresado a ti / desde la incertidumbre con espinas."

Todo el régimen nocturno desbordándose -en la poesía nerudiana- se perfila claramente como una ontología, ya que su búsqueda a partir de las estructuras analizadas interroga por el ser de las cosas, por el Ser mismo.

En Oda y Germinaciones y en La Carta en el Camino, el decir poético se revela al estilo de los presocráticos, al estilo de Homero o de Hesíodo, al estilo de los dioses que escribieran el Popol-Vuh: "... como la tierra seca el agua trae / germinaciones que no conocía / o a los labios del cántaro olvidado / sube en el agua el gusto de la tierra? / No sé, no me lo digas, no lo sabes. Nadie sabe estas cosas." ".. .yo no pido a la noche / explicaciones / yo la espero y me envuelve."

Así, para concluir, si pensamos en cualquier hombre que escape a la banalidad, es decir, del monopolio obsesivo y bloqueante de un único régimen de imágenes, se da una guerra de dioses, entendida como la oscilación de su universo poético y filosófico entre varios mitologemas antagónicos. En Neruda aparece la búsqueda como el desarrollo sintético de ésta, y como el enfrentamiento heroico del justiciero y del justiciable.

El libro Los Versos del Capitán está estructurado como la prefiguración del paso de una visión a otra, del retorno a la mater—terra, el vientre materno, a lo femenino... Y quizá el inicial anonimato de la obra está justificado por esa embriaguez de ambigüedad que representa el régimen nocturno, telúrico, femenino.

Javier Zúñiga Vega

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