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El círculo hermenéutico y el lector e intérprete

El lector e intérprete no se debe limitar a entender el texto adecuadamente, sino conseguir que quienes lo lean, lo comprendan cabalmente, es decir, que asimilen lo que el texto quiere expresar para que, más tarde, les sirva en la próxima lectura y en la vida misma. 

Por eso, durante mucho tiempo se ha entendido que la actividad hermenéutica consta de tres momentos denominados: subtilitas inteligenti, subtilitas explicandi y subtilitas aplicandi. 

El círculo hermenéutico es una remisión de la parte al todo y del todo a la parte, realizada por el lector e intérprete. 

El ir y venir del todo a la parte, y de la parte al todo, permite abrir horizontes cada vez más amplios que, por otra parte, no quedan cerrados definitivamente. 

El método hermenéutico es, en efecto, para Dilthey, el modo peculiar de conocimiento propio de las ciencias del espíritu humano.   

Las ciencias del espíritu tienen que penetrar en la íntima naturaleza intelectual de las producciones históricas aferradas a la singularidad de un significado que es irreductible a conocimientos meramente fácticos o exteriores. 

En la Carta sobre el humanismo, Heidegger dice que "el lenguaje es la casa del ser". Con ello advierte que el lenguaje sobrepasa la pura existencia humana. Fuera del lenguaje no hay ser, no hay mundo. Sin el lenguaje, el ser humano queda a la intemperie. El cuidado del lenguaje corre a cargo especialmente de los pensadores y poetas. En muchas ocasiones, Heidegger se refirió a la poesía como lo que en el lenguaje hay de más expresivo y creativo. 

La tarea esencial del hombre es, sobre todo, escuchar. Por eso, no hay cosa sin palabra. Sin el lenguaje, no podemos entender lo que es la casa. 

La lengua es el "fenómeno del ser", que al mismo tiempo oculta y revela su presencia; y la interpretación es el momento en que se acoge y se guarda esa manifestación a través del pensar. 

La tarea de la hermenéutica es buscar en el texto la dinámica interna que preside la estructuración de la obra, por una parte, y por otra, la capacidad de la obra para proyectarse fuera de ella misma y engendrar un mundo que sería verdaderamente la "cosa del texto". El acto de leer consiste en conectar el mundo del texto y el mundo del lector, estableciendo una nueva "contextualización", lo que Gadamer llamó la "fusión de horizontes". 

Por consiguiente, la hermenéutica no consistirá tanto en conocer el detrás del texto, cuanto el delante del texto; interpretar es pues, explicar el método de ser-en-el-mundo desplegado delante de él.  Por eso, Ricoeur pudo decir que comprender es comprenderse delante del texto. Se trata de exponer el texto y recibir de él un conocimiento más vasto de uno mismo. 

J. Habermas acusa el proyecto hermenéutico de no valorar la capacidad crítica de la razón, la cual no podría realizar un juicio crítico sobre la tradición misma.  En relación con el lenguaje, dice que Gadamer ha olvidado que el lenguaje es un instrumento de dominio y de poder que sirve "para legitimar la organización de las relaciones de poder"  y distorsionar la comunicación social. La hermenéutica puede y debe, según Habermas, encontrar un lugar específico dentro del ámbito del saber; pero eso solo podría ser si renuncia a su pretensión totalizante y se convierte en una "crítica de la ideología". 

La filosofía analítica ha prestado excesiva atención a los lenguajes artificiales, pretendiendo construir un lenguaje claro, a base de signos y símbolos. La hermenéutica, por su parte, renuncia a tal tarea, ya que el lenguaje vive en el "habla"  y por eso, hay que prestarle una atención especial. El lenguaje es como un espejo que refleja el mundo, pero no es su duplicado; la imagen no está ligada al aspecto original a través del observador. 

Existe una polémica muy cerrada entre el período positivista de la filosofía analítica y los miembros del círculo de Viena y la filosofía fruto de las tesis que Wittgenstein expone en sus investigaciones filosóficas. 

Si la hermenéutica no renuncia a considerar que todo conocer es interpretar, es decir, si no se desontologiza, resulta bien difícil el diálogo. 

César Herrera

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