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El arte de observar

1
La observación es previa al acto de observar. Constituye una brújula inconsciente que dirige nuestra atención: su impulso debe surgir en cada persona antes del nacimiento. De modo que, siempre, al dirigir un marcado interés hacia algo estamos ejercitando toda una historia personal.

2
El clima, el paisaje donde nacemos, el vínculo físico y anímico con nuestros padres y amigos va creando esa oscura linterna que orienta las acciones.
Percibir, atender, actuar: formas encadenadas que revelan lo más hondo de nuestra conducta. es decir: el gusto, el deseo, los afectos, el erotismo. No hay una mirada o un comentario que no escondan el túnel de nuestra personalidad.

3
Observar es un gesto involuntario e imperceptible, también el resultado de una estricta vigilancia. En el primer caso, procedemos instintivamente: la acción de observar nos convierte en gato, en lince, en águila, en viento.
En el segundo, observar es una decisión, que puede estar impulsada por la pasión (los celos) o por un estricto control intelectivo (un experimento científico).

4
La vida se nos va en observar: de todo cuanto soñamos realizar (a diario) sólo tiene cabida en la realidad un porcentaje mínimo. Aun el más exitoso negociante queda en deuda con sus aspiraciones.

5
Para poder atravesar lo cotidiano observamos de manera involuntaria. Mil factores nos llaman en cada instante. De manera milagrosa los vislumbramos a todos, como nebulosas, pero vivimos al detenernos en uno, al detectar o utilizar alguno de esos elementos.

6
Nada hay más rico que un minuto. Nunca podríamos abarcarlo por completo. y sin embargo la existencia se prolonga por años. tomamos de la realidad y del contacto con ella sólo fragmentos ínfimos. Esos destellos constituyen el destino.

7
Quizá gozamos o soportamos la vida por el extraño juego entre lo que realmente percibimos, tomamos e interpretamos, y el vasto universo que escapa, que es de otro.

8
De allí que observar sea el soporte para nuestra vida diaria. es el hilo que conduce conductas y finalidades. Todo consiste en seleccionar el mundo, esa parte del mundo que nos corresponde o que somos nosotros.

9
Dentro de lo instantáneo, observar constituye la eternidad. porque al cumplirse, fija nuestro presente.

10
Las cosas, los objetos, desafían al observador: son superiores en su neutralidad. en cambio, otro observador nos resta, quita algo de lo que creemos ser para transformarnos en parte de sus imágenes.

11
Hay estados superiores de observación: cuando hemos olvidado.

12
Por muy fiel que sea la observación de uno mismo, siempre nos engañamos. Pero el rayo observante que ha realizado esa acción no se engaña: nuestra verdad profunda se afirma a medida que nos elude.

13
La presencia del otro, de los otros, pone en relación una de esas interpretaciones erróneas con las otras, ajenas. de este malentendido brotan la fama, el chisme, la hipocresía.

14
En la comunicación rara del rayo observante de cada ser con el del otro, parpadea nítida nuestra verdad profunda.

15
Observar es también el camino más breve hacia la felicidad. Sobre todo cuando se cumple ante el cuerpo amado, el paisaje buscado, la tarea, la obra de arte.

16
El otro grado de placer depende de nuestra capacidad para lanzarnos hacia el pensamiento y sus resonancias. Es la observación activa y desmesurada ante una teoría, un verso, una fórmula matemática.

17
Toda observación es inocente: no sabe a donde va ni lo que busca. La inocencia nos mueve dentro del mundo, hasta que sabemos lo que deseamos.

18
El verdadero sosiego únicamente arriba después de que haya igualdad entre nuestra observación y lo observado. resultado difícil.

19
La curiosidad: un grado imprescindible en la conducta del observador.

20
También el vicio es la apoteosis de la observación.

21
Hay una tercera vía para la observación: aquella que realizamos sobre nosotros mismos. esto puede convertirse en la complacencia de la estupidez, en el conformismo, la autocrítica, la rebeldía, la soberbia, el ascetismo.
Es -asimismo- una vía hacia lo infinito.

22
La observación interior ejercita extraordinarios procesos de conocimiento, de comparación, de soledad. Puede conducir al absurdo, al misticismo, a la locura, al arte. Es la flecha secreta que porta todo creador.

23
No se vislumbra lo sublime sin que se fusionen en nosotros todos los modos de la observación.


José Balza

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