Crepúsculos
Los crepúsculos hacia la tarde;
ya ha quedado roja la muerte del sol.
Mientras quedan abajo las rosas,
que preparan diáfanas los rocíos.
Y en los otoños
las hojas caen
en áureas manchas,
a las que luego llega, y blanca, la calma lunar.
Calma alta, soberbia entre albinos cielos.
Tiene, pues, razón en su amor
el azul aroma del invierno,
cuando toca y besa las aguas bajo la luna,
cuando acaricia los arroyos,
en su blanca, blanda espuma.
Noche:
el cielo sueña altas a las estrellas;
rocíos de plata, sangres y jugos del marfil.
Y tocan, en el alba,
los florestas
a la verde desnudez de los cuerpos.
Allí han de amarse las soledades humanas;
allí han de soñar, también, los bosques,
y surgir vientos,
y heladas y nocturnas brisas.
Sentir el tacto de la sombra.
Y se siente, además, el olor
acezante del mar, allá lejano; y están cantando
sus marejadas que ruegan la sal:
orillas buscando, plateadas, a las espumas.
En los inviernos, férreas y crujientes marejadas,
cruentos y valientes oleajes de los fríos.
Hay vientos, cenizas de nubes, calmos
y verdes se levantan los árboles.
Y es así el crepúsculo de estas imágenes,
con sus venas que mueren,
que mueren
cargadas de rojas nubes en paz.
Daniel Alejandro Gómez
ya ha quedado roja la muerte del sol.
Mientras quedan abajo las rosas,
que preparan diáfanas los rocíos.
Y en los otoños
las hojas caen
en áureas manchas,
a las que luego llega, y blanca, la calma lunar.
Calma alta, soberbia entre albinos cielos.
Tiene, pues, razón en su amor
el azul aroma del invierno,
cuando toca y besa las aguas bajo la luna,
cuando acaricia los arroyos,
en su blanca, blanda espuma.
Noche:
el cielo sueña altas a las estrellas;
rocíos de plata, sangres y jugos del marfil.
Y tocan, en el alba,
los florestas
a la verde desnudez de los cuerpos.
Allí han de amarse las soledades humanas;
allí han de soñar, también, los bosques,
y surgir vientos,
y heladas y nocturnas brisas.
Sentir el tacto de la sombra.
Y se siente, además, el olor
acezante del mar, allá lejano; y están cantando
sus marejadas que ruegan la sal:
orillas buscando, plateadas, a las espumas.
En los inviernos, férreas y crujientes marejadas,
cruentos y valientes oleajes de los fríos.
Hay vientos, cenizas de nubes, calmos
y verdes se levantan los árboles.
Y es así el crepúsculo de estas imágenes,
con sus venas que mueren,
que mueren
cargadas de rojas nubes en paz.
Daniel Alejandro Gómez
0 comentarios