De la máquina de escribir a la computadora
La computadora es un instrumento que se ha tornado imprescindible para la sociedad moderna. Tiene, con respecto a la vieja máquina de escribir, ventajas que muchos no acabamos de descubrir y que cada vez la tecnología las incrementa.
La computadora, una especie de objeto inteligente incorpora los usos y técnicas de otros medios como el correo, el teléfono, fax, libro, periódico, biblioteca, radio, televisión, cine y por supuesto es un campo de comunión y encuentro, comunicación y ligue entre ciudadanos de países tan remotos.
Lejos han quedado aquellos temores de que la computadora se convierta en amo de los humanos, tal como la planteara hace unas dos décadas la película Proteo, amén de otros filmes que ha creado Hollywood. Las computadoras y sus componentes cada vez se hacen más accesibles a los ciudadanos, además de fáciles de transportar. Atrás quedaron las primeras imágenes de computadoras que ocupaban sendos espacios y hasta varios pisos.
Hay quienes añoran su antigua máquina de teclazos. Incluso periodistas y escritores se niegan a dejar su vieja máquina y a sustituirla por una computadora u ordenador, en el léxico de los españoles.
El escritor Martín Luis Guzmán, en un ensayo titulado Mi amiga la incredulidad, nos narra los efectos que la primera Rémington generó en el escritor norteamericano Henry James, a principios del siglo pasado. Según las crónicas de entonces, el ruido de la máquina era su fuente de inspiración. Motivado por esas historias, Martín Luis Guzmán se vio impelido a cambiar su Underwood, preciosa máquina de escribir de colección ahora, por una Remington. Y como Henry James, para Martín Luis Guzmán, el ticlititla de su Remington generaba una sinfonía mecánica, despertando la curiosidad y los comentarios de sus vecinos y su familia. Hasta le servía para calmar al travieso de su hijuelo y le permitió, por supuesto, escribir obras tan connotadas como El Águila y la serpiente y La sombra del caudillo, entre otras.
Después de las máquinas de escribir mecánicas, vinieron las eléctricas, cuyos sonidos son, como se dice ahora, lighs. Y de estas apenas sobreviven algunas en viejos despachos de contadores, notarios o, principalmente, en las oficinas de burócratas que se niegan al cambio y a la modernización.
El antecedente más antiguo de la computadora es el Ábaco, cuya historia se remonta a la antigua civilización griega y romana. Pero es en el siglo XIX cuando Charles Babbage, profesor matemático de la Universidad de Cambridge coloca los cimientos de la primera computadora, denominada la máquina analítica, un dispositivo mecánico para efectuar sumas repetidas. Sólo hasta 1944, en plena guerra mundial, el equipo encabezado por Howard Aiken construyó la MARK1, en la Universidad de Harvard. Considerada como computadora electrónica, su funcionamiento estaba basado en dispositivos electrónicos llamados relevadores. En 1947, en la Universidad de Pennsylvania, se construyó la ENIAC (Electronical Numerical Integrator and Calculador) y ocupaba todo el sótano de esa universidad. Más tarde, el ingeniero matemático húngaro John Von Newman proporcionó ideas que resultaron fundamentales para el desarrollo posterior de estas máquinas, a tal grado que es considerado el padre de las computadoras modernas.
Desde entonces se vino una revolución en este instrumento, de tal suerte que han pasado varias generaciones y hoy vamos por la quinta generación de computadoras y sus ingenieros y la tecnología sorprenden a cada rato.
Las computadoras ya no hacen ruido. Son tan silenciosas y delicadas. Pueden hablar, indicarnos al momento cuando hemos escrito mal una palabra, nos dicen cómo arreglar el desajuste del vocabulario. Si queremos oír una sinfonía de Mozzart, basta con insertar un CD. Si el deseo es ligar o enviar una carta se conecta a la línea telefónica y se aprieta un botón. Inclusive sustituye algunas cualidades de las secretarias como archivar documentos, llevar la agenda, los directorios telefónicos, tiene machotes para cartas, calculadora y más linduras que mis pocos conocimientos no acaban de descifrar.
Y si añora los ticlititla de las antiguas máquinas de escribir, los ingenieros de sistemas han incorporado sonidos de teclas, si eso es lo que le inspira a escribir. Pronto, si no es que ya, habrá computadoras de bolsillo y, como en las películas de ciencia ficción, también computadoras que se acomoden en un reloj de mano. La inventiva del hombre es infinita, a grado tal que un personaje listo ha proporcionado un correo electrónico para comunicarse con Dios.
Prócoro Hernández Oropeza
La computadora, una especie de objeto inteligente incorpora los usos y técnicas de otros medios como el correo, el teléfono, fax, libro, periódico, biblioteca, radio, televisión, cine y por supuesto es un campo de comunión y encuentro, comunicación y ligue entre ciudadanos de países tan remotos.
Lejos han quedado aquellos temores de que la computadora se convierta en amo de los humanos, tal como la planteara hace unas dos décadas la película Proteo, amén de otros filmes que ha creado Hollywood. Las computadoras y sus componentes cada vez se hacen más accesibles a los ciudadanos, además de fáciles de transportar. Atrás quedaron las primeras imágenes de computadoras que ocupaban sendos espacios y hasta varios pisos.
Hay quienes añoran su antigua máquina de teclazos. Incluso periodistas y escritores se niegan a dejar su vieja máquina y a sustituirla por una computadora u ordenador, en el léxico de los españoles.
El escritor Martín Luis Guzmán, en un ensayo titulado Mi amiga la incredulidad, nos narra los efectos que la primera Rémington generó en el escritor norteamericano Henry James, a principios del siglo pasado. Según las crónicas de entonces, el ruido de la máquina era su fuente de inspiración. Motivado por esas historias, Martín Luis Guzmán se vio impelido a cambiar su Underwood, preciosa máquina de escribir de colección ahora, por una Remington. Y como Henry James, para Martín Luis Guzmán, el ticlititla de su Remington generaba una sinfonía mecánica, despertando la curiosidad y los comentarios de sus vecinos y su familia. Hasta le servía para calmar al travieso de su hijuelo y le permitió, por supuesto, escribir obras tan connotadas como El Águila y la serpiente y La sombra del caudillo, entre otras.
Después de las máquinas de escribir mecánicas, vinieron las eléctricas, cuyos sonidos son, como se dice ahora, lighs. Y de estas apenas sobreviven algunas en viejos despachos de contadores, notarios o, principalmente, en las oficinas de burócratas que se niegan al cambio y a la modernización.
El antecedente más antiguo de la computadora es el Ábaco, cuya historia se remonta a la antigua civilización griega y romana. Pero es en el siglo XIX cuando Charles Babbage, profesor matemático de la Universidad de Cambridge coloca los cimientos de la primera computadora, denominada la máquina analítica, un dispositivo mecánico para efectuar sumas repetidas. Sólo hasta 1944, en plena guerra mundial, el equipo encabezado por Howard Aiken construyó la MARK1, en la Universidad de Harvard. Considerada como computadora electrónica, su funcionamiento estaba basado en dispositivos electrónicos llamados relevadores. En 1947, en la Universidad de Pennsylvania, se construyó la ENIAC (Electronical Numerical Integrator and Calculador) y ocupaba todo el sótano de esa universidad. Más tarde, el ingeniero matemático húngaro John Von Newman proporcionó ideas que resultaron fundamentales para el desarrollo posterior de estas máquinas, a tal grado que es considerado el padre de las computadoras modernas.
Desde entonces se vino una revolución en este instrumento, de tal suerte que han pasado varias generaciones y hoy vamos por la quinta generación de computadoras y sus ingenieros y la tecnología sorprenden a cada rato.
Las computadoras ya no hacen ruido. Son tan silenciosas y delicadas. Pueden hablar, indicarnos al momento cuando hemos escrito mal una palabra, nos dicen cómo arreglar el desajuste del vocabulario. Si queremos oír una sinfonía de Mozzart, basta con insertar un CD. Si el deseo es ligar o enviar una carta se conecta a la línea telefónica y se aprieta un botón. Inclusive sustituye algunas cualidades de las secretarias como archivar documentos, llevar la agenda, los directorios telefónicos, tiene machotes para cartas, calculadora y más linduras que mis pocos conocimientos no acaban de descifrar.
Y si añora los ticlititla de las antiguas máquinas de escribir, los ingenieros de sistemas han incorporado sonidos de teclas, si eso es lo que le inspira a escribir. Pronto, si no es que ya, habrá computadoras de bolsillo y, como en las películas de ciencia ficción, también computadoras que se acomoden en un reloj de mano. La inventiva del hombre es infinita, a grado tal que un personaje listo ha proporcionado un correo electrónico para comunicarse con Dios.
Prócoro Hernández Oropeza
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