Locura y creatividad
Los límites que circundan la conducta de un enfermo mental pueden verse con claridad. Pero a veces esa línea comienza a hacerse difusa y en nuestros intentos por determinar dónde empieza y dónde termina la "normalidad" se diluye. Y esta situación se ha dado varias veces, cuando nos plantamos frente a una creación artística. Hasta qué punto un creador puede pisar los umbrales de la demencia o, por el contrario, si pasa el límite, deja de ser un artista para convertirse en un loco delirante?
El hombre es comunicación. Permanentemente se siente llevado a decir cosas. Por un lado este movimiento imperioso surge de una necesidad interior, por otro de un contexto histórico que lo impulsa. Esta facultad "en potencia", sin embargo, se canalizará por diferentes vías. No todos eligen el camino del arte. Un camino abierto para aquellas personalidades dotadas de un toque especial para juguetear con la realidad, con la magia.
El artista vive inmerso en un mundo complejo que lo atrae y apasiona. Quiere mostrar lo que ve, lo que él ve. En su interior se forman presiones que lo impulsan (por ejemplo) a escribir. Y en ese choque de realidad exterior y carga subjetiva se mueve el escritor. Entonces con el manejo de la imaginación, sueños, ideas, la realidad se fragmenta se recompone, aleja o acerca. La obra le permite descargar esa presión que, como un sentimiento de angustia, lo oprimía. ¿Qué ha logrado el escritor? En cierta medida evadirse, irse en sus letras de algo que lastima. Sin embargo algo puede notarse: él es el que domina. Fragmenta sus personajes, es consciente o no (aunque lo maneja) de que desciende hasta los abismos más profundos. ¿Pero si se ve lanzado a límites tan extremos no será extrañamente minado su equilibrio mental?
El escritor que termina una obra siente placer y busca el reconocimiento de los demás o de sí mismo. El fin existe. En el psicótico la acción de escribir es un acto más, no puede identificarse con su obra ni es conciente de su creación. Su actitud puede compararse a la de un chico que se mira en el espejo y no se identifica con la imagen, no hay manejo de la realidad. No puede volver atrás para recomponer, no tiene una visión global; falta unidad, soporte, todo se presenta fragmentado y, hecho muy notorio, estático. Escritos en los que falta el motor que insufla vida. En un cuadro, falta de dinamismo miradas vacías.
Se habló de la evasión del artista: el arte era el camino para soportar el dolor. Pero a veces un sufrimiento demasiado agobiante puede terminar por despedazar. Y es, precisamente, aquella "raza dentro de una raza" la que está más cerca de romper el equilibrio. Los artistas, poseedores de ese toque especial, que ven lo que late un poco más abajo de la realidad. Tienen una capacidad: volver. Dejarse llevar por el delirio, caer en pozos de alucinación, pero siempre regresar.
Está comprobado que un escritor puede tener en los momentos de inspiración, lapsos de desvaríos mentales. ¿Acaso los surrealistas no ponían en juego toda una suerte de mecanismos destinados tan sólo, a permitir que aflorara el inconsciente con toda su carga de sueños, sin ni siquiera un elemento coherente u organizado? Quizás muchos se sientan tentados a esbozar una sonrisa entre irónica y malévola, al leer las palabras de Isidoro Ducease, el conde de Lautremont, luz elevada del surrealismo: ". . . bello como el encuentro fortuito sobre una mesa de disección de una máquina de coser y un paraguas". Pero él era un artista y como tal, podía "volver".
Es innegable que arte y locura. Presentan un nexo común: la búsqueda de evasión. Pero si en el artista se encauza, en el loco se dispersa. La falta de visión globalizadora y unitaria del psic6tico lo hacen perderse en fragmentos que nunca antes pudieron existir unidos. Introducir el concepto de unidad obliga a hacer un apartado. El ejemplo de un cuadro puede servir: Guernica, de Picasso. Aquí la realidad aparece desmembrada. Pero esos trozos dispersos tuvieron que ser un todo antes de presentarse así. La imagen astillada de brazos, piernas, cabezas da mayor fuerza vital, produce una sensación de destrucción e impacta nuestra sensibilidad. El artista fue capaz de vencer la presión de su inconsciente, descendió, partió la realidad, encontró en esa visión el vehículo exacto para expresarse. Se ha salvado a través de su obra.
La gama que va de lo normal a lo anormal presenta grados, distintas estaciones que pueden merodear la locura. El error existe cuando, al no entender determinadas actitudes o creaciones, reñidas por nuestra supuesta normalidad, tendemos a considerar como "locos" a aquellos que las realizan. Sólo cuando se agota la posibilidad de "retorno", cuando no es posible salir del abismo al que puede recurrirse en busca de inspiración, sólo entonces nos enfrentamos a ese "loco" que no pudo tolerar tanta presión. Lo supera la carga y el peso termina con el artista.
Adriana Lauro
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